Desde hace varios años se ha puesto de moda en materia política, la introducción de cuotas por género en muchas legislaciones del mundo, lo que ha incentivado una mayor participación de mujeres en gobiernos y en parlamentos.
Esto en principio suena muy bien, pero como siempre sucede cuando hay una contradicción entre las modas y los niveles de arraigo que éstas alcanzan en la cultura cívica y en la práctica cotidiana, aquel avance ha sufrido serias distorsiones como la de equiparar de manera automática género con capacidad, madurez, preparación, visión o experiencia.
En otras palabras, parece evidente que una cosa son las principales virtudes de mujeres sobresalientes en política, como, por citar algunas, Angela Merkel o Margaret Thatcher, que se tomaron muy en serio su trabajo, y otra muy distinta que la pertenencia a un género asegure todo lo demás. Basta comparar los perfiles políticos, profesionales, sociales y humanos de Xóchitl Gálvez y de Claudia Sheinbaum para entender exactamente de qué hablamos.
No, el género, trátese de hombres o mujeres, no es el valer paraíso o al menos no en política, pero como la política es economía concentrada, es necesario entender qué es lo que pasa en este aspecto. Por fortuna las mujeres van alcanzando niveles más altos de igualdad, acceso y libertad, aunque dependiendo del sector y de los distintos países, falta un trecho largo por recorrer.
La feminización del trabajo, su mayor presencia en altos cargos ejecutivos de las empresas o en el sector público y social, por ejemplo, harían pensar que el horizonte en este campo es promisorio, pero todavía subsisten resistencias complejas, y esto tiene consecuencias prácticas, veamos dos.
¿Qué es lo que explica esta otra brecha? Desde luego los estereotipos sociales y culturales, la falta de un enfoque educativo que las incluya en actividades de producción científica, los roles de géneros tradicionales desde el seno familiar, entre otras cosas, pero también es cierto que las políticas educativas deben proveer un acompañamiento, una mucho mejor tutoría efectiva y temprano.
Por otro lado, en promedio las mujeres gozan apenas del 77% de los mismos derechos que tienen los hombres ante la ley, y esto también es una pérdida porque se estiman ganancias económicas mayúsculas si las mujeres iniciaran y ampliaran nuevos negocios al mismo ritmo que lo hacen los hombres.
En suma, las asignaturas pendientes son todavía enormes y tomará años antes de que tengamos una sociedad razonablemente igualitaria. Lo que está bastante claro es que el camino no es la demagogia del género en política, sino la certidumbres y las ventajas que arroja una mayor participación femenina en la economía, las empresas, la educación, el empleo y por supuesto, la toma de decisiones.