Opinión

Crisis hídrica

Por Otto Granados

La medida es drástica e impopular pero inevitable, porque se trata de un recurso cada vez más escaso


En los últimos meses del año pasado, el Gobierno de la Ciudad de México, que es quien maneja el servicio del agua, decidió elevar las tarifas del servicio en 165 colonias capitalinas, una medida, al parecer, esencialmente técnica, financiera y ambiental, que es una de las cuestiones que se ha propuesto estos días en que se celebra la Conferencia Mundial del Agua de Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York.

La medida es drástica e impopular pero inevitable, porque se trata de un recurso cada vez más escaso y que requiere nuevas inversiones privadas y públicas, así como un cambio radical en los patrones de consumo, y conviene ser muy realistas al respecto.

Desde hace varios años, muchas instituciones han estudiado detalladamente la crisis global de escasez de agua, estos análisis han demostrado, con datos sólidos, cómo ha venido creciendo el estrés hídrico del mundo y cómo existe una correlación importante entre la disponibilidad o escasez del recurso y los costos que se pagan o se dejan de pagar por él. Como es natural en un aspecto tan sensible, los enfoques van desde concebirla como derecho, y, por tanto, de gratuita y libre disposición, hasta entenderla como un elemento sujeto a las reglas de la oferta y la demanda, por lo demás, aun cuando la naturaleza de la discusión en México no parece muy diferente de la que ha habido en muchos otros países, destaca en todos ellos el reconocimiento de que el viejo modelo de gestión del agua es sencillamente inviable.

Al mismo tiempo, México ha entrado en una fase crítica de insuficiente disponibilidad de agua caracterizada, entre otras cosas, por el crecimiento demográfico, el abatimiento de los mantos freáticos, el desperdicio y los excesos en los patrones de consumo o la mala distribución entre los usos urbanos y los usos agropecuarios, algunas estimaciones calculan que la escasez crónica afecta ya a 80 países y a un 40% de la población mundial, y la demanda de agua se incrementa más del 2% cada año, lo que implica que se duplicará cada 21 años.

Los orígenes del problema son variados, pero el resultado es uno: la escasez de un bien único genera inevitablemente tensiones, disputas y conflictos políticos y sociales, y en el plano económico, impulsa un alineamiento del precio, pues por la vía de un mercado regulado, por el camino de la informalidad o por los subsidios interminables. Desde luego México no es la excepción a esta realidad crítica, según los últimos dos programas nacionales hídricos, las necesidades de agua para abastecer a las ciudades siguen creciendo y en las próximas dos décadas el déficit entre la oferta y la demanda podría alcanzar los 23.000 millones de metros cúbicos.

En el caso de Aguascalientes y de otros 22 estados más que padecen estrés hídrico alto o extremadamente alto, los efectos de estos desequilibrios y de modestas precipitaciones pluviales, pues son muy claros, sobre explotación de las aguas subterráneas, déficit de disponibilidad, abatimiento del acuífero, entre otros, y este conjunto de evidencias suele perderse de vista a la hora de analizar la cuestión con más prudencia, con más detenimiento, y desde luego, con más información.

Pero, por otra parte, hoy existe una aceptación generalizada en el mundo en el sentido de que el agua es una cuestión de seguridad nacional y necesita otras políticas, entre ellas la reducción del consumo del agua y por ende del extra extracción el derroche y el desperdicio concomitantes, que dependen, entre otros factores, de que el agua suministrada a los usuarios tenga precios reales, que cambien la desproporcionada distribución del recurso entre el sector agropecuario y el resto de los sectores económicos, que aumenten considerablemente los sistemas de tratamiento de líquido o que se provean las obras de infraestructura necesarias para garantizar el abasto a largo plazo, pero como han advertido muchos expertos, los problemas derivan de que la valoración que se hace del agua no se acerca ni someramente a su auténtico valor, fijar precios exageradamente bajos lo que hace es perpetuar la ilusión de abundancia y de que no se pierde nada por despilfarrarla.

En síntesis, hay una grave revolución en el mundo derivada de esta crisis y en la medida en que se sigue fomentando el uso y la gestión ineficiente del agua, se verán amenazadas las capacidades y las reservas, y seriamente, en riesgo el futuro mismo del sistema hidrológico y medioambiental, así que prepárense y vayan sacando las cubetas.