Opinión

Disciplina positiva

Por Roberto Matosas


“Los niños necesitan aliento como las plantas necesitan agua”. Rudolf Dreikurs

Alfred Adler creador de la psicología individual y posteriormente Rudolf Dreikurs sentaron las bases de lo que hoy llamamos la disciplina positiva, metodología educativa apoyada en la estimulación de conductas cooperativas en las que ni el castigo ni la recompensa tienen cabida alguna.

La disciplina positiva, como metodología educativa, se sustenta en una serie de principios sobre los que se construyen relaciones que perduran:

La principal meta de todo ser humano es el sentimiento de pertenencia y significancia. Es decir, las personas y especialmente los niños necesitan tener un sentimiento de conexión, sentir que pertenecen y que son importantes. Cuando un niño no siente esta conexión es cuando su comportamiento no es “adecuado”.

Un niño que se “comporta mal” es un niño desanimado.La disciplina positiva busca cambiar las creencias para modificar el comportamiento. Detrás de un comportamiento inadecuado de un niño hay un auténtico deseo de pertenecer y tan solo confunde la manera de conseguirlo de una forma socialmente adecuada.

Animar y no elogiar.Tan solo reforzar la idea de que la consecuencia del estímulo es la autoconfianza mientras que la del elogio es la dependencia de los demás. La autoestima no pude darse ni recibirse. Tan solo puede desarrollarse desde el sentimiento de capacidad al enfrentar frustraciones, solventar dificultades y teniendo muchas situaciones para poder aprender de los errores.

Responsabilidad social, es decir, mostrar interés auténtico por el otro y desear contribuir a la sociedad. Para ser capaces de estimular este interés social es imprescindible no hacer por un niño aquellas cosas que él es capaz de hacer por si mismo. Si caemos en este error, los niños piensan que están en el mundo para ser servidos en lugar de para aportar a otros. Solo se puede desarrollar interés social desde la educación en la responsabilidad.

Educar con amabilidad y firmeza simultáneamente.La amabilidad es indispensable para mostrar respeto al niño y la firmeza para mostrarnos respeto a nosotros mismos. Sin embargo nos ocurre que caemos con facilidad en educar solo con firmeza o solo con permisividad. En el primer caso no respetamos a quien educamos y en el segundo no nos respetamos a nosotros mismos.

El respeto mutuo.Respetar al niño significa conectar con él y aceptar su emocionalidad. Por otro lado, consigo respetarme a mi cuando soy coherente con lo que he decidido sin sentirme culpable ni juzgar mi comportamiento.

El error como una oportunidad de aprendizaje.Enviar mensajes negativos cuando un niño comete un error no genera resultados positivos a largo plazo. Un error genera una maravillosa posibilidad de entrenar habilidades y competencias para la vida.

No castigar, sino enfocar al niño a las soluciones.El castigo no tiene efectos positivos a largo plazo. Hay que tener cuidado con lo que funciona a corto plazo porque puede no ser garantía de éxito a largo plazo. La disciplina positiva se basa siempre en educar para la vida, es decir para el largo plazo. No hay atajos. Y normalmente lo excelente lleva mucho más tiempo.

Orientar al niño a las soluciones es estimular y alentar su autoevaluación para que encuentre sus respuestas. Y para que las encuentre por si mismo, con nuestra guía y acompañamiento en un continuo ejercicio de desapego que le lleve un día a tener las herramientas más adecuadas para desenvolverse en un mundo de adultos.

(Fuente: 22 JUN 2018  Álvaro Merino)

Si quieres saber más:

http://www.positivediscipline.com

Faber, A; Mazlish, E (2005): Cómo hablar para que los niños escuchen. Y cómo escuchar para que los niños hablen.

Nelsen, J. Et al (2007): Como educar con firmeza y cariño

Siegel, D (2013): El cerebro del niño