Como se ha repetido y documentado hasta el cansancio, buena parte del mundo ha entrado en una fase crítica en la provisión de agua potable en la calidad, cantidad y precios competitivos a una población urbana que seguirá creciendo en las próximas décadas. Por tanto, el elemento clave del problema no será ya la disponibilidad, saneamiento y distribución del recurso, sino el modelo de gestión que sigan las ciudades que requerirá inevitablemente menos ocurrencias y mayor experiencia, capacidad e inversión privada, algo que las burocracias ineficientes sencillamente no entienden.
Para empezar, el estrés hídrico es un fenómeno imparable a nivel global. México ocupa el lugar número 139 sobre 178 países que padecen estrés hídrico ocasionado por el crecimiento demográfico, el cambio climático, los usos agrícolas, la contaminación del agua, la sobreexplotación de los acuíferos, y por supuesto, las deficiencias en la gestión del agua. En la primera quincena de marzo del 2024, se identificaron 163 municipios mexicanos bajo sequía extraordinaria, un aumento alarmante comparado con el reporte de 2016.
En el caso de Aguascalientes, en 2016 ninguno de los 11 municipios clasificaba dentro de las seis categorías de sequía, pero en 2024 todos padecen algún tipo de sequía, ya sea moderada, severa o extrema. Peor todavía; en la década 2020-30, 11 de los 32 estados mexicanos ya se enfrentan a un alto estrés hídrico, entre ellos Aguascalientes. La conclusión es más que obvia: entidades como Aguascalientes ya presentan una muy seria escasez de agua. Padecerán menor crecimiento económico, en tanto aumentan la frecuencia y la intensidad de las sequías y se multiplicarán los mercados irregulares e ilegales para obtener por cualquier vía, acceso al líquido.
Esta es la primera lección. La crisis no se resolverá con ocurrencias porque sencillamente no hay agua. El segundo efecto por consecuencia, tiene que ver con los niveles de insatisfacción de los usuarios con el servicio: en la más reciente encuesta del INEGI, el 70% de la población de la ciudad de Aguascalientes se quejó de fallas y fugas en el suministro de agua potable, mientras que en otras ciudades como Saltillo, donde opera con un modelo privado, por cierto, es del 31.7% . Además, llama la atención que en el caso de León ,que supuestamente fue el modelo de éxito para volver en Aguascalientes a las andadas burocráticas, en marzo del 2023 las quejas sobre el agua alcanzaban el 26%, pero hoy se incrementaron al 55%. ¿Qué fue lo que pasó? las razones son las mismas que en todas partes: explotación de la acuífero mucho mayor que la inyección, niveles muy bajos en las presas, patrones de luchadores de consumo, sobreexplotación, perforaciones nocturnas y clandestinas de pozos, cortes de agua, y desde luego, el principio de Peters. Es decir, la incompetencia de un modelo público de operación opaco, y por lo visto ineficiente. De hecho al director del organismo de León no le quedó más remedio que aceptar hace pocos días, que con todo y nuevos pozos y tanques, la escasez de agua es un problema estructural que demanda soluciones a largo plazo.
La combinación de los factores anteriores finalmente, puede ser sumamente complicado para Aguascalientes lograr crecimientos equilibrados y sostenibles, lo mismo en materia económica que urbana, en la medida en que el Estado no cuente con un verdadero plan integral en materia de agua. A esta asignatura mayúscula habrá que añadir otra; es muy probable que se incremente el malestar de los usuarios por la ineficiencia del servicio, el cual llevará a su vez a una presión social de cara a las elecciones estatales del 2027.
Este podría ser el peor de los escenarios: crisis en el servicio de agua en un contexto de muy alta competencia electoral.