Opinión

La insensibilidad justiciera de la 4T (3 y última)

Por Juan José Rodríguez Prats

¿Hacer justicia es hacer política? Desde luego que sí


¿Hacer justicia es hacer política? Desde luego que sí. ¿Quién piensa lo contrario? Las élites mexicanas que conciben la política como pleitos y conflictos, además de ver a la justicia muy complicada, difícil inclusive de definir. Es más cómoda la impunidad.

En el derecho hay un concepto clave: la buena fe. Sustenta la armonía social. En cualquier juicio es importante esclarecer cuál de las partes es bien intencionada. De eso se trata. Tengo la certeza de que quienes concibieron la reforma al Poder Judicial no actuaron de buena fe; no tienen el ánimo de mejorar la impartición de justicia. Es más que evidente el plan perverso de someter a quienes tienen la tarea más delicada: ser voceros de la ley. Hay testimonios confiables que prueban la soberbia voluntad de castigar al rebelde que por compromisos éticos se niega a la obediencia servil.

Si se hubiera pretendido hacer una reforma (a todas luces necesaria), lo primero habría sido una coordinación entre los involucrados. Un diagnóstico objetivo de un asunto en el que hay sobrada información. La participación de la academia y los gremios profesionales nunca debió soslayarse. Sin embargo, sólo hubo improvisación y ocurrencias falaces.

El 1 de junio, de no evitarse esa maniobra demoledora del Estado de derecho, el gobierno enfrentará muchos años de más inestabilidad, ausencia de gobernabilidad, pérdida de legitimidad y pérdida de confianza y credibilidad.

Me produjeron un angustiante escozor las palabras de la presidenta de la SCJN, Norma Lucía Piña: “A lo largo de su historia, la Corte ha tenido que confrontarse con otros Poderes (…) podría decirse que la Corte decidió claudicar en su función de garantía para evitar precisamente, que aflorara y se desarrollara esta tensión”.  Creo que la jurista nos debe una explicación. ¿Por qué lo hizo? Encuentro tres posibles respuestas:

1) Percibió que todo era inútil ante la actitud del Poder Ejecutivo de avasallar y atropellar leyes e instituciones en su propósito de terminar con la división de Poderes.

2) Se sintió amenazada y actuó por miedo a las represalias.

3) Se deslindó de las consecuencias que tendrá esa absurda elección, para poner de manifiesto la total irresponsabilidad de la Presidencia de la República.

A mi juicio, ese máximo órgano colegiado en la impartición de justicia debe emitir su rechazo a todo el proceso derivado de esta reforma. Reza un principio jurídico, “lo que abunda no daña”.

Se cita al benemérito Benito Juárez como gobernante ejemplar. Los partidarios de su causa insistían en que era el emblema de la legalidad.

Hay una versión de que en el famoso discurso de Fidel Castro en 1953 por el asalto al cuartel Moncada originalmente concluyó con las siguientes palabras: “La historia, definitivamente, lo dirá todo”. Cuando arribó al poder, cambió los términos: “La historia me absolverá”, dando por hecho que él representaba la justicia. Habrá que preguntarles hoy a los cubanos, después de 65 años de dictadura, cuál es su veredicto.

No tengo ninguna duda que, al paso del tiempo, en lo nacional y en lo internacional, lo que hoy estamos viviendo va a ser relatado como uno de los eventos más oprobiosos cometidos desde el poder. Por eso la necesidad de dejar testimonios que den cuenta de los hechos.

Actualmente, en la ciudad y en el campo, en el norte y en el sur de México se percibe un grito clamoroso reclamando la justicia más elemental: vivir en paz. Cada vez más, el espacio de maniobra para la presidenta Sheinbaum se vuelve más estrecho. Los llamados a que ejerza las atribuciones que su cargo le demanda son ya estridentes. Aún es tiempo de hacerlo. Sería lamentable que no corrigiera.

Mario Vargas Llosa etiquetó al viejo PRI como la “dictadura perfecta por ser camuflada”. La 4T ni esa gracia tiene.