Opinión

Si la raíz es santa, también las ramas

Por José Manuel Suazo Reyes

Jesús se presenta como la vid verdadera e invita a sus discípulos a permanecer unidos a él para producir frutos abundantes


El evangelio que escucharemos este domingo (Jn 15, 1-8) utiliza una imagen agrícola, la imagen de la vid y los sarmientos, en efecto, Jesús dice: YO SOY LA VID, USTEDES LOS SARMIENTOS. Con esta hermosa imagen se nos explica la relación fundamental que existe entre Jesús y sus discípulos así como los resultados que esa relación debe producir.

Jesús se presenta como la vid verdadera e invita a sus discípulos a permanecer unidos a él para producir frutos abundantes. Por lo tanto, no basta decir que somos cristianos, se necesita demostrarlo con obras. Por nuestros frutos mostraremos la calidad y la profundidad de nuestra relación con Dios.

¿Dónde comenzó esta relación fundamental con Jesús? El bautismo fue el momento en el que fuimos incorporados a Cristo, vid verdadera. “Si la raíz es santa, tambien las ramas”, dice el apóstol Pablo (Cfr. Rm 11, 16). Por el Bautismo nos convertimos en hijos de Dios, fuimos constituidos en templos vivos del Espíritu Santo, empezamos a formar parte de la familia de Dios y fuimos transformados en nuevas creaturas.

Nuestro bautismo fue por lo tanto un momento esencial para nuestra vida cristiana, allí empezó la relación sacramental con Dios y por eso es fundamental mantener esa relación de permanencia. Es de esta relación de la que nos habla Jesús con la imagen de la Vid y los sarmientos.

En esta parábola de la vid y los sarmientos, Jesús no sólo nos habla de la relación que existe entre él y nosotros sino también de los frutos que estamos llamados a producir. Por ello nos exhorta a permanecer unidos a él. “El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante”.

Permanecer unidos a Cristo Vid, significa mantenerse fieles a los compromisos bautismales; tratar de vivir las enseñanzas que él nos presenta en el Evangelio; es estar en comunión con el amor de Dios, es decir dejarse amar por él, ser conducidos por su espíritu de amor y no obstaculizar su gracia.

Permanecer con Cristo significa además cultivar un proceso de madurez espiritual, es decir hacer que nuestra fe crezca y que produzca frutos abundantes en obras buenas. Jesús dice: “El que permanece en mí ese da muchos frutos”

Cuanto mayor es la permanencia con Cristo y la comunión con él, tanto mayor es la participación en su amistad y en su vida divina así como nuestra proyección espiritual.

Esta comunión con Dios se mantiene o se cultiva a través de 4 cosas importantes. Por medio de la escucha frecuente de la Palabra de Dios, a través de la frecuencia de los sacramentos, especialmente con la Sagrada Eucaristía: “quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 56). Por medio de la oración, y, por la práctica de las buenas obras.

¡Amemos por lo tanto, no sólo de Palabra, sino también con las obras!

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