Opinión

La educación va cada vez peor

Por Otto Granados

El asunto de los libros de texto es una catástrofe y tenemos que ser honestos al respecto


Se ha vuelto costumbre, a nivel federal y en todos los estados, que el inicio del ciclo escolar sea ocasión para anunciar algunas buenas ideas, pero también ocurrencias de todo tipo. Sin embargo, en México la educación va cada vez peor; el asunto de los libros de texto es una catástrofe y tenemos que ser honestos al respecto.

La razón es muy sencilla, mejorar los logros de aprendizaje, la calidad de la educación y las trayectorias de los estudiantes, que es de lo que se trata, depende de varios componentes: la inteligencia y el esfuerzo de los niños, tener muy buenos maestros, contar con excelentes planes y programas, padres de familia dedicados, comprometidos y que apoyen a sus hijos, escuelas en condiciones óptimas y recursos tecnológicos y didácticos eficaces al alcance del alumno, es decir, es un ecosistema donde va todo junto.

Pero cuando se cree que solo una de esas cosas reemplaza todo lo demás y se alcanzan los objetivos, vamos por el camino equivocado en la educación.

Déjenme analizar de manera muy didáctica solo tres de estos factores:

El primero es preguntarnos: ¿Cómo están hoy los aprendizajes de los niños? La verdad es que no lo sabemos, nadie lo sabe, porque el gobierno federal suspendió las evaluaciones de aprendizaje y los gobiernos estatales no han hecho algunas por su cuenta, así que no tenemos datos actualizados sobre si los niños saben o no matemáticas, lenguaje, comunicación y un largo etcétera, andamos al tanteo. Sin embargo, las últimas evaluaciones de este tipo nos pueden dar alguna pista, por ejemplo en 2018, 11 estados mejoraron su puntaje en lenguaje y comunicación, Aguascalientes no estaba entre ellos, pero tras la pandemia, la pobreza de aprendizajes que es el porcentaje de niños de 10 años que no sabe leer ni entender un texto simple subió del 52% al 79%, según el Banco Mundial. La pregunta es: ¿Qué estamos haciendo para afrontar esta crisis?

El segundo problema es preguntarnos si, ¿los maestros de hoy son mejores o no? Tampoco lo sabemos, porque el gobierno federal suspendió las evaluaciones de desempeño de los docentes que medía su calidad. Pero lo que sí sabemos es que en los últimos cuatro años se han basificado a 650.000 presuntos docentes, lo que quiere decir que, sin ningún filtro de calidad ni un verdadero concurso de oposición abierto, transparente, justo, riguroso y meritocrático, el gobierno les ha dado nombramiento definitivo de maestros a personas que muy probablemente no tienen el perfil para ello.

Peor todavía, según cifras oficiales, hay casi 156,000 docentes que al día de hoy no cuentan con un título profesional que los habilite para dar clases en la educación básica.

La tercera cuestión es: ¿La tecnología resuelve todo lo anterior? La respuesta categórica es que no.

El informe 2023 de la UNESCO que es el reporte más importante y prestigiado en el mundo, y que fue presentado recientemente, concluyó que no hay pruebas adecuadas, sólidas e imparciales que demuestren el impacto positivo real de la tecnología en la educación. Señaló también que la clave no es meter tecnología de dudosa calidad, sino alcanzar logros de aprendizaje altos. En Perú, por ejemplo, se distribuyó un millón de dispositivos sin incorporar la pedagogía, la conclusión es que el aprendizaje no mejoró.

En Estados Unidos se hizo un análisis entre 2 millones de estudiantes y se demostró que las brechas de aprendizaje se amplían si la enseñanza se imparte exclusivamente a distancia. Una encuesta entre docentes y alumnos de 17 estados americanos mostró que sólo el 11% había probado y evaluado la eficacia de programas, plataformas y equipos antes de repartirlos en las escuelas, y la UNESCO dice que muchas de estas pruebas provinieron de quienes querían vender la tecnología, lo cual deja algunas dudas acerca de la transparencia. Lógicamente, se demostró que estos productos no tuvieron ninguna incidencia en los logros de aprendizaje.

Por último, los datos de evaluaciones internacionales a gran escala sugirieron una relación negativa entre el uso excesivo de las tecnologías y los resultados académicos de los estudiantes. En 14 países se comprobó que el estar cerca de un dispositivo móvil distrae a los estudiantes y tiene un efecto negativo en el aprendizaje, como dijo Bill Gates en marzo pasado (y vaya que sabe de esto): “ni las computadoras, ni los programas, ni las plataformas han tenido el efecto en la educación que se esperaba y no han tenido un impacto significativo en ninguna de las medidas de rendimiento de los estudiantes”.

Lo que tenemos que hacer es casi de sentido común, el cambio educativo para bien exige información sobre lo que sí funciona, lo que no funciona y por qué no funciona, requiere la mejor evidencia sobre cómo y con qué mejorar de verdad la educación de los niños y obliga a comprender que las tecnologías pueden potenciar los efectos de una buena enseñanza, pero no reemplazan una mala enseñanza. Buenos planes y programas, buenos docentes, buenos padres de familia y buenos alumnos siguen siendo la clave, de otra forma, persistiremos en una vieja lección, haciendo lo mismo no alcanzaremos resultados distintos.