Opinión

José Antonio Marina: «El concepto del deber ha sido expulsado de la escuela»

Por Roberto Matosas

Los alumnos tienen demasiada información y les falta comprenderla y saber qué hacer con ella.


Este filósofo pedagogo dice que «estamos fomentando en los niños un problema de falta de atención» y que «la inteligencia se amplía cuando el alumno aprende la tabla de multiplicar»

El filósofo, pedagogo y escritor José Antonio Marina (Toledo, 1939) sostiene que «no se está educando a los niños en la atención» debido a teorías psicológicas que priorizan la motivación sobre la voluntad y la responsabilidad. Advierte de que «el concepto del deber ha sido expulsado de la escuela» y que «decir que los alumnos deben estar motivados para aprender no ayuda a desarrollar la atención».

Frente a la moda pedagógica que está en contra de la memorización en la escuela, defiende que «la inteligencia se amplía cuando el alumno aprende de memoria la tabla de multiplicar». «La educación es la construcción de la memoria», recalca el autor del Libro blanco sobre la profesión docente.

Ha dedicado buena parte de su trabajo a analizar cómo aprende el cerebro. ¿Qué prácticas observa en la escuela que van en una dirección diferente a la de la neurociencia?

Me sorprende que la educación esté manejando una psicología muy elemental en lo que tiene que ver con el aprendizaje. Uno de los grandes descubrimientos es que la memoria no es un mero almacén donde se guardan los conocimientos, sino que tiene una capacidad activa, está constantemente trabajando y es el núcleo de la inteligencia. La educación es la construcción de la memoria; no podemos hacer nada sin ella. Sin embargo, no se está educando la memoria en la escuela. La educación la ha desprestigiado. Me produce una irritación tremenda cuando se la relaciona con la lista de los Reyes Godos.

¿Por qué ha caído en desgracia la memoria?

Por la ignorancia de todos los gobiernos. Y por un tipo de psicología que ha dicho que el paradigma tradicional era malo y la llamada «escuela nueva» es buena, cuando se ha visto que para algunas cosas el modelo antiguo es mejor. La escuela tiene un lío psicológico y pedagógico muy serio.

¿Qué práctica escolar mejora la inteligencia del alumnado?

La inteligencia tiene dos niveles: la inteligencia generadora, que guarda y elabora información de forma inconsciente, y la inteligencia ejecutiva, donde se organizan los proyectos, se toman las decisiones y se dan órdenes a la generadora. En la escuela hay que desarrollar las dos. Se amplía la inteligencia cuando se adquieren hábitos; por ejemplo, cuando el alumno aprende de memoria la tabla de multiplicar o un idioma nuevo. Los hábitos de relación, de razonamiento y de mantener el esfuerzo van configurando el carácter de un niño. Además, hay que fortalecer las funciones ejecutivas. La falta de atención, la impulsividad, la hiperactividad o la dificultad para elaborar proyectos y mantenerlos son fallos en las funciones ejecutivas.

¿Observa un problema de falta de atención en los alumnos?

Sí, los alumnos están teniendo un problema de falta de atención. En primer lugar, porque están sometidos a estímulos cada vez más rápidos y numerosos. En segundo lugar, estamos fomentando en los niños una falta de atención por no educarla.

¿Cómo se educa la atención?

Si le pones a un niño una pantalla captas su atención espontánea, que es la de los animales, pero los humanos tenemos una atención voluntaria en las cosas que no nos interesan, que es la que debemos aprender a manejar. No lo estamos haciendo porque se nos ha cruzado otra mala herencia de la psicología: la excesiva importancia que da a la motivación. Se está afirmando que si un niño no está motivado no puede realizar una acción, cuando el progreso de la Humanidad radica en que podemos hacer cosas aunque no estemos motivados, simplemente porque es nuestro deber. Pero el concepto del deber también ha sido expulsado de la escuela. Y eso que es una estructura de la inteligencia.

La motivación es un estado emocional y la voluntad es una decisión consciente del individuo.

Si no se puede hacer algo sin motivación, se eliminan la voluntad, la responsabilidad y la libertad, porque la libertad se consigue obedeciendo primero. El niño tiene que obedecer al adulto porque así aprende a controlar su sistema nervioso. Poco a poco se amplían las funciones ejecutivas, que están residenciadas en el lóbulo frontal del cerebro, el que tarda más en madurar. Más adelante, será el niño el que se dé a sí mismo las órdenes. Una buena técnica es enseñar a los alumnos a obedecer su voz interna, pero esto no se está educando y se fomenta su impulsividad, que es la incapacidad de controlar los impulsos y la atención.

No es sólo en los niños, sino en los mayores, que cada vez nos cuesta más concentrarnos, pendientes constantemente del móvil

Los mayores también están perdiendo la atención. Es un fallo de las nuevas tecnologías, que nos están acostumbrando a mensajes muy cortos y rápidos. La atención, que es el combustible de todas las funciones cerebrales, es reducida, y tener que utilizarla para mensajes largos cansa. Por eso los controladores aéreos tienen descansos frecuentes. Y entonces el cerebro encuentra la solución: no gasta atención si realiza operaciones de forma automática. Una forma de educar la atención sería educar en el hábito de la atención voluntaria. Los hábitos, como he dicho, nos permiten ampliar la inteligencia.

¿Cuánto tiempo pueden estar los adolescentes manteniendo la atención en clase sin cansarse?

Lo importante es cuánto pueden mantener la atención voluntaria, que es la que cuesta esfuerzo. Se dice que lo ideal es introducir en las lecciones un elemento motivador cada cinco minutos, pero insistir en que los alumnos deben estar motivados para aprender ayuda a que no se desarrolle la atención voluntaria.

¿Son conscientes los educadores de cómo está afectando el teléfono móvil?

Son conscientes, pero no se lo están tomando en serio. Los alumnos tienen demasiada información y les falta comprenderla y saber qué hacer con ella.