Hace unos días leí el comentario de Lolita Cortés respecto a Wendy Guevara, a quien define correctamente como una celebridad y no como un artista, calificativo que no pocas personas le han dado erróneamente.
Así pues, cito la definición de Lola: "Una celebridad no necesita talento, solo ser famosa. Un artista no necesita ser famoso, pero comunica, crea, estudia y tiene disciplina. A veces, los artistas pasan apuros económicos, pero subir al escenario les da sustento”.
Traigo esto a colación porque recientemente en la Feria Tabasco 2024, mejor conocida como la máxima fiesta de los tabasqueños se ha suscitado un caso estupendo de estudio para la imagen pública, esto es el nivel de popularidad excepcional del amigo y exgobernador de Tabasco, Manuel Andrade Díaz.
Si bien, Manuel es una figura pública a nivel local y nacional, con extraordinarias cualidades como ser humano y desde luego como profesional de la política, hoy por hoy resulta que gracias a las redes sociales y a su relación con el “shishero” (grupo de jóvenes comunicadores que por muchos años han dado cobertura a los eventos de preferia y feria desde su lado más divertido y loco) Manuelito es el hombre más popular, el hombre del momento dentro de la feria, especialmente para la chaviza.
No falta quien vaya al parque Dora María, el cual dicho sea de paso, ya se rumora y se sugiere que debiera llamarse parque Manuel Andrade Díaz, para tomarse una fotografía con el exmandatario, por quién incluso hacen fila para la selfie.
La pregunta obligada no es ¿en qué parte de la feria estará Manuelito? sino ¿por qué un político del partido más repudiado por la ciudadanía se ha convertido en una celebridad con la que todos quieren estar?
Primeramente dejemos un punto en claro, Manuel, como ya expresé líneas previas, es un hombre culto, sus credenciales profesionales no están en duda. Él además de su conocimiento y cualidades, de manera adicional es una celebridad. Ha sido uno de los gobernadores más jóvenes que ha tenido Tabasco y si su nombre estuviera hoy en la boleta electoral, arrasaría.
Esto me lleva al punto neural de mi explicación: Quienes conocemos a MAD (Manuel Andrade Díaz) y hemos tenido la oportunidad que convivir con él, en plan de cuates en una cena, tertulia u otro evento fuera del ámbito laboral, sabemos que es tipazo. Tiene las cualidades que el mismo Dale Carnegie considera imprescindibles para “ganar amigos e influir sobre las personas”, es decir: es atento, tiene una charla amena, es sencillo, nada presuntuoso, lo mismo conversa con un chiquillo que con un adulto mayor, no asume posturas, es directo y divertido. Uno de sus mayores dones es la palabra, es un maestro de la oratoria pero para ser una celebridad eso no es suficiente.
Se necesita ser tal cual es, él sonríe y se ríe con todos y de todo, comparte sus anécdotas, que por cierto son muchas y sus dichos ilustran muchas verdades como aquél que dice: “En Tabasco te inventan un chisme en la mañana y por la tarde te lo comprueban”.
El caso de MAD es una lección obligada y valiosa para quienes quieren ser candidatos y aspiran a cargos, una de sus enseñanzas para el estudiante atento es que siempre hay que estar presente en la mente de la gente no sólo en tiempos electorales.
Ser natural, sin fingimiento es otra lección de Andrade. Comparte una sonrisa, las sonrisas conquistan, enganchan, abren puertas y ganan votos.
Si aplicamos la definición de Lolita, Manuel es artista y celebridad. Artista porque practica el arte de la palabra, domina magistralmente su oficio y es celebridad porque su carisma atrae a la gente y las redes sociales difunden a la velocidad del rayo su accesibilidad, lo divertido que es.
¿Qué le falta? Que escriba ese libro con los secretos de la política, un bestseller que por el momento se traduce en un ávido suspiro. Mientras tanto ¿Tú ya tienes la foto con mi gober consentido?