Opinión

Mejores políticos y una ciudadanía más realista

Por Otto Granados

Convertirnos en un país de democracia formal sin demócratas reales


Muchos funcionarios de distintas épocas y de diferentes gobiernos suelen quejarse de que quienes se autorrigen en los representantes más vocales de ese magma que llamamos ciudadanía, suelen abusar de ciertas causas de banderas, de organismos de representación y a veces de complicidades con autoridades públicas para sacar ventajas económicas de tal manera que se cae en una lógica binaria donde el ciudadano es el bueno y todos los demás son los malos.

Esta es una visión que no corresponde a la realidad, porque se necesitan buenos ciudadanos, pero también buenos funcionarios y buenos políticos. Todos cuentan para una construcción cívica que sea útil para el país.

 Aquí mismo comenté hace meses que se ha puesto de moda un confuso concepto de ciudadanía que no tiene ni pies ni cabeza, opinan, dictaminan y decretan sobre todos los temas humanos y divinos y algunos concluyen que ha llegado la hora de los ciudadanos para tomar las decisiones técnicas y políticas. Esto se ha vuelto una letanía, pero diversos estudios de percepción confirman la enorme confusión que existe al respecto. Por ejemplo, esta semana se divulgó el nuevo latino barómetro, que es un estudio de percepción que se hace en 17 países de América Latina para saber qué piensa la gente acerca de temas como la democracia, los partidos, las instituciones, la confianza y los hallazgos, son por decir los menos demenciales para empezar el reporte, examina el respaldo a la democracia mediante tres alternativas: la primera; mide el apoyo a la democracia, la segunda; la indiferencia y la tercera; autoritarismo cuando le preguntaron a los mexicanos. La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, solamente el 35% contestó que sí, el tercer peor resultado en América Latina cuando le preguntaron si le da lo mismo el régimen democrático que uno que no lo es, el 28% respondió afirmativamente y si piensa que bajo ciertas circunstancias es preferible un régimen autoritario que no democrático, el 33% respondió que sí, el peor resultado entre los 17 países evaluados. Dos indicadores más, casi la mitad de los mexicanos, está de acuerdo en que, en caso de dificultades, está bien que el presidente controle los medios de comunicación, el segundo peor resultado regional solo después de El Salvador, donde gobierna un autócrata como Nayib Bukele y el otro indicador es que si las cosas se ponen difíciles, los mexicanos dijeron que apoyarían un gobierno de tipo militar.

La conclusión importante es devastadora, según este reporte, hay en México un aumento de lotería de 2020-2023, lo que enciende las alarmas y la democracia se ha deteriorado mucho, según la evolución negativa de estos indicadores en los últimos dos años.

 Más allá de estas actitudes y percepciones que declaran los mexicanos, que son más bien materia de psicoanálisis, revelan claramente los problemas de nuestra política, pero también nuestras imperfecciones como sociedad. Igual que en la región latinoamericana, parece que preferimos la ley del menor esfuerzo, es decir, somos sociedades cada vez más peticionarias, más inclinadas al subsidio, la pensión, la beca y las transferencias que al mérito la dedicación, el trabajo duro y el esfuerzo una conducta colectiva que los autócratas han sabido leer entender y explotar muy bien y de seguir así, se corre el riesgo de que entremos en una espiral de franco deterioro político institucional y cívico y en una trampa peligrosa de la que no será fácil ni rápido salir que es convertirnos en un país de democracia formal sin demócratas reales, ni llegaremos al desarrollo y el bienestar para todos, ni seremos un país en paz y estabilidad.

Necesitamos mejores políticas y mejores políticos, pero también necesitamos y sobre todo, una mucha mejor ciudadanía más realista, más autocrítica, más informada, más preparada y más cívica, nada más que eso, pero tampoco nada menos.