En días recientes, el caso de Marilyn Cote, una mujer que se hacía pasar como neuropsiquiatra en Puebla, México, ha desatado una justa indignación y un llamado urgente a la reflexión sobre las fallas estructurales en nuestro sistema de salud mental. Más allá del escándalo mediático, este caso expone una serie de preocupantes realidades: la facilidad con la que un impostor puede operar impunemente y la desprotección de pacientes que buscan ayuda en momentos de extrema vulnerabilidad. Resalta el hecho de que a todos los diagnósticaba como narcisistas, en un posición bastante proyectiva, pues la licenciada en Derecho, porque la señora, Marilyn Karina Cote Mendieta (su real y completo nombre) si posee cédulas profesionales y títulos, es licenciada en derecho, hizo un doctorado en psicología y una maestría en criminología. Todo esto en universidades nacionales, ninguna en el extranjero. Jamás ha pisado Harvard. Es más méxicana que el mole, nunca ha trabajado para el FBI, no conoce a Laura Paussini (quien salío rapidamente a desmentir su vínculo), ni ninguna, de las exageraciones que contaba en sus redes (principalmente en instagram con foto montajes bastante burdos). Lo que revela a leguas, que la que tiene claras características de narcisismo es ella.
Marilyn Cote no solo ejerció sin acreditaciones ni preparación médica; manipuló la confianza de decenas, quizá cientos, de personas en situaciones críticas, ofreciéndoles diagnósticos y tratamientos sin fundamento. Las consecuencias, aún por dimensionar plenamente, podrían incluir agravamiento de cuadros clínicos, dependencias innecesarias a medicamentos o decisiones irreversibles basadas en una farsa.
¿Cómo llegó a permitirse algo así? La respuesta no es sencilla. Por un lado, tenemos la desesperación de los pacientes, quienes enfrentan un sistema de salud mental público insuficiente, con largos tiempos de espera y servicios limitados. Por otro, la falta de regulaciones efectivas y supervisión en la práctica privada deja brechas que personajes como Cote explotan.
Este caso pone en el centro del debate la urgencia de garantizar mecanismos de certificación, supervisión y denuncia accesibles y eficaces. Es imperativo que tanto las autoridades como los colegios profesionales establezcan controles que vayan más allá de lo administrativo y ofrezcan una verdadera protección al paciente.
También debemos hablar del estigma que rodea a los problemas de salud mental. La vergüenza y el temor a ser juzgados muchas veces llevan a las personas a buscar soluciones rápidas, aunque estas sean cuestionables. La educación y la sensibilización social son armas cruciales para combatir este fenómeno.
El daño provocado por Marilyn Cote trasciende lo individual; afecta la credibilidad de toda una profesión que lucha por derribar mitos y acercarse a quienes más la necesitan. Este no debe ser solo un caso más en los anales de las noticias locales, sino el detonante de una transformación sistémica. La salud mental no puede seguir siendo un lujo ni un riesgo. Tenga cuidado de todo profesional al que consulte, existen páginas como la del Registro nacional de profesionistas, donde usted con tan solo colocar el nombre de la persona, podrá comprobar si posee cédulas, del trabajo que intenta ostentar. Por desgracia, no solo en la salud, también en otros rubros es común encontrar gente queriendo adjudicarse títulos y no, no es correcto, habemos muchos, que nos hemos pasado la vida, estudiando y aportando como para que otro, con la mano en la cintura quiera colgarse medallitas que no merece. Y cómo no está de más, jaja, le dejo mis cédulas, por si alguna vez le he despertado la duda, de por qué opino, o puedo estar en un medio, sí, tengo un titulo en comunicación, otorgo cátedra porque tengo una maestría y un doctorado en educación y puedo consutar en temas de marketing por que también, tengo una maestría en ese tema, zapatero a sus zapatos. Cédulas profesionales: 3217358, 8181384, 14511307,13310300.
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