Los chilenos acudirán a las urnas este domingo 14 de diciembre para elegir a su nuevo presidente, decidiendo entre el ultraderechista José Antonio Kast y la comunista Jeannette Jara. Si bien ambos candidatos desplegaron esfuerzos estratégicos para moderar sus posturas y atraer al centro político, la proyección de la elección de mañana parece inminente. El sucesor de Gabriel Boric en el Palacio de La Moneda a partir de marzo del 2026 será Kast.
Este resultado anticipado no sorprende para nada. Empresas encuestadoras reconocidas en Chile ?como Cadem, Panel Ciudadano y Black & White? mostraron consistentemente en noviembre una ventaja sólida para Kast que superará el 50% de apoyo, frente al 40% de su rival Jara. Y es ahí el mérito del líder del Partido Republicano que realizó ajustes en su campaña porque aprendió de los errores que provocaron su derrota en la elección presidencial del 2021 contra Boric.
Hace cuatro años, Kast perdió porque un amplio sector del electorado chileno, especialmente jóvenes y mujeres, rechazó sus posturas ultraconservadoras en temas de derechos individuales, como el aborto, que aún mantiene con un énfasis mucho menor para evitar ataques. Además, no supo contrarrestar la percepción de que un gobierno suyo podría tener rasgos autoritarios, avivada por su defensa de la dictadura militar de Augusto Pinochet.
Con esas lecciones aprendidas, Kast centró su actual campaña en personificarse como el abanderado de la mano dura. Así es que su estrategia giro en torno a dos ejes que resuenan con el descontento ciudadano: la inseguridad pública y la inmigración irregular. Ambos son problemas graves que la gestión de Boric no logró contener y que dejará como un pesado legado al nuevo gobierno. Este contexto de crisis fue aprovechado por Kast, quien anunció un paquete de medidas que al parecer han sido determinantes para que el electorado apueste por él.
Kast ha prometido que deportará a los inmigrantes en situación irregular, planteará que la migración irregular sea delito y que los extranjeros indocumentados no tengan acceso a los beneficios básicos que provee el Estado como educación, vivienda o salud. Además, el líder del Partido Republicano construirá cárceles de máxima seguridad, endurecer las penas a los infractores de la ley, el fin de los narcofunerales, una revisión de cómo se aplica la legítima defensa, y establecer una fuerza especial para recuperar zonas del país dominadas por la delincuencia. Propuestas radicales y totalmente opuestas a la de la comunista Jara.
La exministra de Trabajo de la gestión Boric tenía en mente crear un registro biométrico y una regularización acotada para aquellos extranjeros sin antecedentes delictivos, con empleo y que mantengan vínculos familiares. De otro lado, apuntaba a golpear las finanzas de las organizaciones criminales y aumentar el control de las armas. A diferencia de Kast de apelar a la ley y el orden, la apuesta de Jara es más por impulsar soluciones inteligentes contra el crimen organizado.
Los enfoques de Kast y Jara también colisionaron en el aspecto económico que para Chile resulta fundamental. Al cierre de este 2025 se tiene previsto que la economía chilena cierre en una proyección de crecimiento del 2,4%. En este punto, Kast ha prometido un drástico recorte fiscal de $6.000 millones de dólares en 18 meses, con el objetivo de reducir el tamaño del Estado y favorecer una masiva rebaja impositiva a las grandes empresas para estimular la inversión. Mientras tanto, Jara propone un Estado activo y más robusto, financiado con una reforma tributaria progresiva que aumente la recaudación de los segmentos de mayores ingresos.
Pese a que ya hay un resultado previsible, la segunda vuelta presidencial de Chile de este domingo será una elección entre dos modelos de Estado y sociedad para los próximos cuatro años. La visión de José Antonio Kast es la restauración del orden, la exclusión de facto y la reducción del Estado a su mínima expresión, priorizando el mercado y la seguridad. Por su parte, la propuesta de Jeannette Jara se centra en la intervención estatal para corregir las desigualdades y buscando un equilibrio entre la seguridad inteligente y la expansión de los derechos sociales. Antes de depositar su voto, el elector chileno tendrá la última palabra.