Tomo el título del libro de John Kenneth Turner, -publicado en 1909-, para describir al México que hoy no queremos ver, pero que se esconde entre las sombras y penumbras de muchas regiones de México.
La barbarie se hace evidente hoy a partir de ciertos indicadores de sadismo criminal, pero la vergüenza nos obliga a voltear la cara hacia otro lado y el gobierno se dedica a negarlo, así como a distraer la atención pública con argumentos que no convencen a nadie.
La temática del libro “México Bárbaro”, -de Turner-, destaca la denuncia de los abusos cometidos en contra de grupos vulnerables de población por parte de hacendados, que los obligaban a trabajar en condiciones de esclavitud tolerada por las autoridades porfiristas. La historia de los indios Yaquis, -de Sonora-, que fueron a trabajar obligadamente a las haciendas henequeneras de Yucatán, fue un hecho muy significativo como ícono de la esclavitud de esa época.
En contraste hoy, -a casi ciento veinte años después-, el México bárbaro resurge en las historias de terror como lo son las que narra la psicóloga y criminóloga Mónica Ramírez Cano en su libro titulado “Las puertas del infierno”, (Ed. Porrúa), pero las ignoramos, tanto gobierno como sociedad. El gobierno anterior fue de negación absoluta y con su indiferencia se multiplicó la violencia.
Detrás de las historias de desaparición forzada que el Estado Mexicano frivoliza con su afición por las estadísticas, seguramente se esconden dramas que hoy se han vuelto cotidianos como parte de la banalidad noticiosa.
En esta obra Mónica analiza la mentalidad y motivaciones de asesinos que alcanzaron notoriedad, destacando, -a partir de la página 356-, la entrevista a un joven recluso quien formó parte de un cártel y es quien da un testimonio aterrador.
Ella lo describe como un joven guerrerense de 19 años en el momento de la entrevista, quien ya llevaba un año privado de la libertad, pero desde los 13 años había sido reclutado.
Este joven sicario narra su ingreso al crimen organizado. Apenas fue reclutado junto con su hermano, fue entrenado durante tres meses y medio en la Sierra de Guerrero. Sin embargo, como parte de su iniciación a ambos les dieron una pistola con la consigna de que no había lugar para ambos y sólo uno debía sobrevivir. Por ello tuvo que matarlo. Esto evidencia la ausencia de valor de la vida humana en el contexto criminal.
En un formato de entrevista utilizado por la autora del libro, él describe la rudeza y violencia de la formación tipo militar con que se prepara a los sicarios, con fuertes castigos si fallan en sus prácticas. Él no sólo fue adiestrado para matar, sino también para torturar y degollar a sus víctimas aún con vida, con sierra eléctrica o a machetazos.
Repugnante la narración de como él y sus compañeros eran obligados a comer el corazón crudo de sus víctimas, pues quien no lo hiciera, era asesinado al momento, como traidor. Las debilidades no son toleradas.
Describe la repugnancia, -cuando después de decapitar a alguien-, su jefe metía las manos por el cuello de la víctima para arrancarle el corazón y pasarlo a su grupo para que todos lo probaran obligadamente.
Explica también como se hizo adicto a la mariguana para no sentir remordimientos por sus actos, ni miedo cuando se enfrentaban a sus adversarios.
Narra las prácticas grupales de antropofagia con sus víctimas, con carácter obligatorio y supervisadas por sus superiores.
Lo aterrador no es que existan mentes criminales sádicas, sino que estas sean producto de un proceso de programación emocional dirigido por profesionales que reeducan a los reclutas de sicarios, para que no sientan el mínimo remordimiento al torturar a sus víctimas. Es un proceso de deshumanización para reprimirles cualquier gesto de solidaridad o de compasión y convertirlos así en máquinas para matar.
Es fundamental considerar que un importante porcentaje de los sicarios fue enrolado en contra de su voluntad, engañados con falsas ofertas de trabajo, o secuestrados.
El reclutamiento forzado representa una gravísima crisis humanitaria que no se puede soslayar, además de un grave riesgo para la sociedad, pues cada vez irá aumentando el número de sicarios dispuestos a cometer todas las atrocidades imaginables.
Esta información no es nueva, pues ya se han documentado con anterioridad estas prácticas violentas, -que sin embargo-, los gobiernos anteriores han ignorado.
Nuestra legislación no contempla como agravantes las condiciones sádicas de un asesinato bajo estas condiciones.
Mientras los cárteles sistematizan la capacitación de sus reclutas, la improvisación campea entre los cuerpos policiacos estatales y municipales en la mayor parte del país. Ni siquiera las pruebas “de confianza” que deben ser obligatorias, se están
realizando. Se estima que 95 municipios del país ya no tienen policías y están bajo control absoluto de algún grupo delincuencial.
Los peores tiempos para este “México bárbaro” están por venir si no se instrumenta un programa integral que involucre a los gobiernos estatales y ayuntamientos, para evitar que sus policías estén al servicio de los criminales locales.
EL ÚLTIMO ADIÓS
El Papa Francisco ejerció un liderazgo personal basado en su carisma y su inteligencia emocional.
No tenía el carisma seductor de Juan Pablo II, pero logró transformar la Iglesia Católica para rescatar la sencillez original del cristianismo y logró imponerse sobre la magnificencia del protocolo vaticano.
Su formación como jesuita es fundamental para entenderlo, ya que esta orden religiosa a lo largo de sus casi 500 años de historia se distinguió por estimular el conocimiento y el estudio entre sus miembros, lo cual fue muy importante para sus dos grandes vocaciones institucionales que han sido la educación y las causas sociales.
Su intuitiva inteligencia que le permitía conectar con la gente y entender las complejidades del alma humana, su sentido común y su empatía dejaron huella e hicieron del Papa Francisco el indiscutible líder espiritual de este mundo complicado de hoy.
Que descanse en paz.
LA ELECCIÓN JUDICIAL
La forma improvisada de realizar la reforma judicial para dar gusto a López Obrador y la descabellada iniciativa para someter a votación popular la elección de jueces, magistrados y ministros de la SCJN, ya da muestras de vulnerabilidad y riesgos.
Se ha denunciado que varios candidatos han sido defensores de criminales y ésto ha prendido alarmas, pues surgen las dudas respecto a cómo pasaron las pruebas de idoneidad.
¿Cuántos más estarán en las mismas condiciones, pero sin ser descubiertos aún?