Opinión

Tabasco: el laboratorio de la revolución

Por Juan José Rodríguez Prats

Lo que acontece en Tabasco viene de lejos


Lo que acontece en Tabasco viene de lejos. Sin entrar en mayor detalle transcribo las características que del caudillismo de Tomás Garrido Canabal hizo Manuel González Calzada:

Garrido era absoluto, desdeñoso de la cultura en su más amplio sentido: escaso de su información sociológica (…) Garrido aumentará su poder a lo máximo posible, seguirá un programa intuitivo, hijo de la escasez cultural y su anarquía ideológica (…) no hay programa, no hay tesis social de gobierno, sólo toma y daca político, anarquía mientras está en alerta permanente contra el enemigo que acecha y actúa (…) realmente. Garrido organizó al proletariado como fuerza política no como clase social.

Cualquier coincidencia con los tiempos actuales se debe a los rescoldos del espíritu fifí, que conste.

La presencia del hombre fuerte escindió a Tabasco. Fueron necesarios cuatro gobernantes, con sensibilidad y cultura política (Francisco Trujillo Gurría, Noé de la Flor Casanova, Francisco J. Santamaría y Manuel Bartlett Bautista), para civilizar e institucionalizar la lucha por el poder (1938-1955). Continuó un periodo que podríamos definir de estabilidad y desarrollo (1955-1988). Destaca la relevancia de otra figura política nacional: Carlos A. Madrazo Becerra, quien dijo en un discurso (nuevamente mi tendencia a evocar ideas ajenas), citando nada menos que a Quevedo: “No sólo no han de pretender los hombres los puestos y las honras que no han tratado ni entienden, antes han de rehusarlos cuando se los den”. Madrazo reconcilió a Tabasco, su relación estrecha con el obispo José del Valle fue determinante.

En 1983, Enrique González Pedrero le solicita a Andrés Manuel López Obrador, presidente del PRI, su renuncia por una confrontación con los presidentes municipales. 1988: Salvador Neme Castillo, candidato a la gubernatura, le niega a López Obrador la alcaldía de Macuspana. Graco Ramírez Garrido lo convence para ser candidato a la gubernatura por el Frente Democrático Nacional y lo lleva con Cuauhtémoc Cárdenas, días después de la elección de ese año. En 1992, por causas ajenas a Tabasco, Neme fue renunciado.

Se inicia entonces un proceso de inestabilidad política con señales de descomposición y problemas de gobernabilidad. De 1988 a 2012, López Obrador fue un factor relevante de poder. A partir de la designación de Arturo Núñez Jiménez como candidato del PRD, Andrés Manuel devino el poder absoluto hasta la fecha. La lista de eventos considerados como desquiciantes del orden público es inagotable. Bloqueos de pozos petroleros, movimientos de “resistencia civil”, finanzas priistas exhibidas y comprobadas con cifras descomunales, elecciones cuestionadas una y otra vez. En fin, un largo periodo, que hoy vive su apogeo, de discordia y confrontación, procesos penales contra funcionarios públicos, recursos económicos abundantes por la venezolanización de Tabasco, corrupción galopante, clase política degradada, crimen organizado al alza, inseguridad generalizada, protesta social cotidiana, oposición demolida (en el Congreso local, 28 de 35 son morenistas), más lo que se acumule.

Se requeriría un grupo multidisciplinario para evaluar los inmensos daños ocasionados al Estado. Sin duda, el más perjudicial es intangible: el espiritual, la desmoralización y el desánimo con la democracia, el desprecio hacia la política y la deteriorada cultura de la legalidad.

Éste es un relato de hechos.

Sí, Lázaro Cárdenas atinó al denominar a Tabasco como el laboratorio de la revolución en 1934. La organización corporativa de las masas de Garrido se trasladó al Partido de la Revolución Mexicana. También nos enseñó lo que no funciona: leyes vigentes mal elaboradas, convertidas en cuentos para ser desechadas y lograr la impunidad.