Opinión

El cedazo

Por Juan José Rodríguez Prats

Todos los sistemas políticos tienen mecanismos similares para designar a quienes desempeñan tareas de servicio público


Todos los sistemas políticos tienen mecanismos similares para designar a quienes desempeñan tareas de servicio público. Entre más eficientes y asertivos sean, más idóneos y por lo tanto más benéficos serán para la sociedad quienes resulten electos. Valga la comparación, utilizan un cedazo, utensilio que permite separar las partículas finas de las gruesas. En política, hace la función de filtrar, que es a su vez “un sistema de selección en un proceso según criterio previamente establecido”.

La preocupación de los pensadores de todos los tiempos ha consistido en diseñar las características y requisitos de quienes aspiran a asumir esas delicadas responsabilidades. También dedicaron grandes tratados dando consejos y definiendo las virtudes que deben tener los gobernantes.

Platón afirmaba que los mejor calificados eran los filósofos. Sin embargo, amarga fue su decepción ante su fracaso al intentar asesorar a Dionisio el joven (Siracusa, 361 a. C.). Séneca (65 a. C.) perdió la vida en el mismo empeño con el dictador Nerón. Quien sí ha tenido un éxito notable es Maquiavelo. Su obra El príncipe (1513) sigue siendo consultada al paso de los siglos.

Wilfrido Pareto habló de las élites (1920, La transformación de la democracia). Weber, en su famosa conferencia La política como vocación (1919) reflexiona sobre las características del político profesional. Gaetano Mosca en 1939 introdujo el concepto de clase política.

En México se ha derramado mucha tinta sobre el mismo tema. Luis González y González, Daniel Cosío Villegas y Enrique Krauze abordan su estudio. Filósofos connotados dedicaron profundas reflexiones a la cultura del mexicano y su relación con el poder. Hoy podemos aventurar algunas ideas.

Solamente en escasos periodos hemos tenido a los hombres mejor dotados para enfrentar los grandes desafíos. La generación liberal de Juárez, la élite porfirista denominada “los científicos” y el periodo posrevolucionario decantaron generaciones concatenadas que dieron estabilidad y crecimiento económico.

Mención especial merecen la Secretaría de Hacienda y el Banco de México. Crearon una escuela sustentada en el mérito y la experiencia. La primera tuvo su punto de quiebre con la renuncia de Carlos Urzúa. El segundo, con su tradicional resiliencia, ha resistido las embestidas del poder.

Desde hace varias décadas, la contienda por ganar la voluntad ciudadana ha dejado de ser ideológica. A partir de nuestra transición, el vacío de ideas se agudizó. La autodenominada izquierda se cobijó en un estatismo obsoleto, ineficaz y corrupto que concentró poder, cayendo en la incongruencia de las tesis que han proclamado desde su origen.

Una absurda legislación estrechó, mediante requisitos, como si hubiera muchos aspirantes con los perfiles adecuados a quienes pretenden las candidaturas.

Al darse la alternancia, el PAN evidenció su falla más grave, la ausencia de políticos profesionales. Los empresarios que con la expropiación de la banca se involucraron en la lucha, retornaron a lo suyo y abandonaron al partido. Sus dirigentes, desde hace varios años, con el mayor descaro, han priorizado sus intereses personales, alejándose de su generosa doctrina.

PRD/Morena se convirtió en una mezcolanza en donde prevalece sin disputa alguna el cedazo del turbulento ánimo de su dueño.

Tengo serias dudas de la aptitud y actitud de los gobiernos de la 4T. ¿Están dispuestos a asumir la monumental hazaña de depurar el Estado mexicano? ¿Tienen la autoridad moral para enfrentar sus consecuencias? ¿No dañará al sistema en su conjunto con riesgos de desestabilización?

Como podrá constatar, estimado lector, mis preguntas, como siempre, son numerosas y mis respuestas, ausentes, o, con esfuerzo de imaginación, escasas.