Opinión

Ideas e ideología

Por Juan José Rodríguez Prats

Todos tenemos ideas, afortunadamente son escasos quienes tienen ideología


Todos tenemos ideas. Afortunadamente son escasos quienes tienen ideología. La idea, según los diccionarios, es la imagen ideal de un objeto, su apariencia. Lo que existe en la mente, pensamiento, concepto, opinión. Acto de entendimiento que se limita al simple conocimiento de algo. Es el principio de la creatividad. 

Según historiadores, el periodo más fecundo en la generación de las ideas base se dio entre los años 750 a.C. a 450 a.C. Las ideologías son un conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, sea cultural, religioso o político. Son creencias, de análisis. Empezaron a concebirse a fines del siglo XVIII. Hay una fecha relevante: 11 de octubre de 1789, cuando se discutían en la asamblea francesa los poderes del monarca. Del lado izquierdo estaba “la montaña”, los jacobinos que proponían limitar sus atribuciones. A la derecha estaban los burgueses, los clérigos que apoyaban la conservación de privilegios, sin alterar la jerarquía de las autoridades existentes.

La izquierda tuvo su origen en el pensamiento liberal de Locke, defensor de la persona frente al Estado; en Montesquieu, que sustentó la división de poderes, y en Rousseau, que escribió sobre el contrato social y la voluntad general. Conceptos esenciales de la democracia representativa.

Hay que agregar que se puede dar el tránsito de una idea a una ideología. Se me ocurre el caso de la dictadura del proletariado que tanto obsesionó a los líderes y a las masas, que engendró los más feos y crueles aparatos estatales de esclavitud y represión. Desde la segunda mitad del siglo XX y lo que ha transcurrido del siglo XXI, esa clasificación de las ideologías se ha tornado anacrónica. 

El liberalismo político, con sus ideas básicas de los derechos humanos, la división de poderes y la vida parlamentaria, ha probado ser eficaz para la organización del Estado. En política económica es preciso entender que hay distintos modelos: soviético, europeo, estadunidense o chino. Hoy hay una economía globalizada: o nos insertamos en ella o nos convertimos en una nación pobre y aislada como Cuba, Venezuela o Corea del Norte.

Debemos entenderlo. El capitalismo democrático sí existe, con una capacidad única de adaptarse y superar los desafíos, como lo ha demostrado en las últimas décadas. De los más de 100 premios Nobel de Economía, 62 son estadunidenses. Le sigue el Reino Unido con nueve. El gobierno de nuestro vecino ha sabido superar las más duras crisis y ha logrado un nivel de bienestar para su población que se confirma al ser la nación más atractiva para migrantes de todo el planeta. Evidentemente, ellos han hecho algo diferente con resultados positivos mientras que nosotros, con nuestras ambivalencias, discontinuidades y fuertes dosis ideológicas, estamos en una profunda crisis. 

Esa dizque izquierda, que en su tiempo se opuso al TLC, al retorno de la banca a manos de la iniciativa privada (me da ñáñaras pensar cómo estaría hoy México si las instituciones financieras estuvieran en manos del gobierno), el fin del reparto de la tierra, el reconocimiento de la deuda adquirida por el Fobaproa, las reformas políticas al inicio del gobierno de Salinas, la apertura de la inversión privada en el sector energía y tantos temas más, que me permiten afirmar que se ha ganado la fama de ser la corriente política más retrógrada en la historia México.

¿Alguien me podría aclarar qué hace el gobierno, por sólo mencionar un ejemplo, invirtiendo en una empresa de aviación? ¿Los pobres utilizan ese medio de transporte?

Hoy, que tanto hablamos de propuestas, me permito transcribir un pensamiento de Kierkegaard: “Si pudiera formular un deseo, sería el de poseer, no la riqueza o el poder, sino la pasión de la posibilidad; me gustaría tener ese ojo que, eternamente joven, ardiera eternamente con el deseo de ver la posibilidad”. Andar prometiendo lo imposible es demagogia.

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