Opinión

Estrecheces mentales

Por Juan José Rodríguez Prats

Estamos inmersos en un complicado y cuestionado proceso electoral


Gracias a mi amigo Raudel Ávila, desde hace algunos años, sigo con entusiasmo y admiración la trayectoria de Cayetana Álvarez de Toledo y leí con avidez su libro Políticamente indeseable. Por muchas razones me identifico con su pensamiento.

No deja de asombrarme nuestro deplorable nivel de cultura política. Lo prueba la reacción que provocó su intervención en un evento reciente en la ciudad de Puebla. Fue calificada de reaccionaria, ultraderechista y sin autoridad para juzgarnos por ser española. 

El discurso fue principalmente veraz. Desde siempre somos muy susceptibles cuando se nos señalan argumentos incontestables. Hemos desarrollado un instinto visceral para repudiar, sin razones, a quienes nos señalan nuestras fallas. Como bien dijo la connotada parlamentaria, “no estamos en una guerra cultural. Es una guerra contra la cultura”, se condena a quien disiente. México inició una transición democrática, pero no la aparejó con una mentalidad abierta para vivir en la pluralidad como elemento esencial de convivencia civilizada.

Sus palabras fueron de motivación a los jóvenes para involucrarse en política. Lo hizo con sustento y con un profundo conocimiento de la filosofía y de la historia. Es una mujer liberal con un congruente desempeño en las trincheras del Partido Popular. Calificó a nuestra era como mediocre y condenó los intentos claros de destruir la figura del experto. Lo dijo sin ambages: “La razón requiere representación”.

Hizo una valiente denuncia: “En política no venimos a hacer amigos” y agregó: “Entre el conflicto y la sumisión, prefiero el conflicto”. Sus reflexiones generaron escozor y es que, desafortunadamente, en nuestra clase política hay una ostentosa búsqueda de cómplices.

Le dio un consejo a las nuevas generaciones: “Para movilizar con la razón hay que valer”. En otras palabras, los exhortó al estudio y a la superación. De ninguna manera convocó al conformismo y a la resignación, lo dijo fuerte: “El pesimismo es el mejor aliado del populismo”. Esto es, hay esperanza y debemos cultivarla para vencer las amenazas que hoy se ciernen —no tan sólo en México, sino también en el mundo— de los dictadores y demagogos y sus intentos para concentrar poder y demoler nuestra vida institucional. 

Unos días después, Norma Piña, espléndida jurista al frente del Poder Judicial, reclamó con énfasis: “Construyamos aquello que no admite división: los derechos y las libertades de los mexicanos”.

Estamos inmersos en un complicado y cuestionado proceso electoral. Se han formado alianzas y se han hecho acuerdos. Lamentablemente, somos compañeros de viaje, no correligionarios. Hace un siglo, Manuel Gómez Morin expresaba: “El primer deber de todos los hombres honrados es, ahora, salir de la confusión en que hemos vivido y construir sin retórica y sin falsedades, la ideología de la Revolución”.

Con dolor y profunda nostalgia recuerdo los debates (hace casi 30 años) entre Carlos Castillo Peraza, Porfirio Muñoz Ledo y Santiago Oñate Laborde. ¡Qué brutal contraste con la actual contienda! En el proceso para seleccionar candidatos afloró, de manera apabullante, la pobreza de quienes lo condujeron. Emergieron proyectos individuales, mezquinos y mediocres, no la altura de miras, mínimo requerimiento de los liderazgos.

Un ciudadano recientemente le pedía a Xóchitl alejarse de los partidos. Yo discrepo, debe asumir una mayor influencia; son los instrumentos de la ciudadanía para la participación organizada. Dejarlo en manos de sus actuales dirigentes sería una actitud suicida.

Sí, Cayetana logró con creces sus propósitos de sacudirnos la conciencia, de “mover las almas”, de recordar que las palabras comunican. Por eso ocasionó las respuestas airadas de quienes se sintieron aludidos. Por mi parte, yo le agradezco a la diputada y espero venga más seguido a decirnos nuestras verdades. Como dijera Víctor Hugo: “Tocad, tocad siempre cornetas del pensamiento”.