Al señalar que existe la esperanza de que el mal no prevalecerá en el mundo, el padre José Manuel Suazo Reyes, párroco de San Miguel Arcángel en Perote señala que “las cosas pequeñas, si son buenas, están llamadas a producir grandes cosas. Los modestos actos de bondad serán siempre prometedores. No hay que dejar de hacerlos, tarde o temprano producirán su fruto”.
Con el titular “LA PACIENCIA DE DIOS Y LA ESPERANZA HUMANA”, el presbítero católico expresa en este XVI domingo ordinario de la liturgia católica que “es en el interior donde Dios va haciendo su obra. Hay cosas que no percibimos cómo van desarrollándose en nuestra vida, sin embargo esas acciones escondidas transforman nuestros actos externos en acciones muy fructíferas”.
AQUÍ SU MENSAJE DOMINICAL ÍNTEGRO del clérigo especializado en Sagradas Escrituras:
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
El evangelio de este domingo (Mt 13, 24-43) nos presenta tres parábolas: LA DEL TRIGO Y LA CIZAÑA, LA DEL GRANO DE MOSTAZA Y LA PARÁBOLA DE LA LEVADURA. Las parábolas son comparaciones que usó Jesús y que sólo expresan una parte de la realidad, por lo mismo él las utilizó para dar alguna enseñanza sobre alguna determinada realidad o sobre un aspecto del reino de Dios. En estas 3 parábolas se nos ofrece una gran lección de paciencia y esperanza. La paciencia divina aparece en la parábola de la cizaña; la esperanza se revela con las parábolas del grano de mostaza y de la levadura.
El bien y el mal conviven juntos en este mundo, esa es una realidad. La Biblia nos enseña que el mundo y el hombre han sido creados por Dios. Son realidades buenas en su origen porque para el creyente toda la creación ha salido de las manos de Dios. Sin embargo la vida nos muestra también que existe presencia de la maldad y que ésta se propaga rápidamente. Así mientras una persona dedica muchas horas para cultivar alguna virtud, muchas veces basta un instante para que la maldad haga travesuras y eche a perder lo que se ganó. La existencia del mal en el mundo, lleva a pensar a algunos que eso pone en duda la providencia de Dios, incluso hasta su misma existencia.
El mal no es connatural al ser humano. Dios no ha creado el mal, Dios ha creado el bien. El mal proviene de fuera. La imagen del trigo y la cizaña usadas en esta parábola, lo manifiestan con mucha claridad. Dios ha sembrado una semilla buena en el mundo, sin embargo el maligno siempre está al acecho y también trabaja para sembrar una semilla mala que, si uno no la discierne crece también con las semillas buenas. En ese sentido el bien y el mal conviven muchas veces juntos. De ahí la labor artesanal de ir combatiendo, con la ayuda de la gracia, la hierba mala que crece en nuestro interior.
DIOS ES SIEMPRE PACIENTE CON QUIEN HACE EL MAL. A primera vista esto resulta difícil de entender. Ya que cuando alguna persona cultiva una actitud de maldad, uno desearía una intervención inmediata de parte de Dios con el objeto de evitar las consecuencias negativas del mismo. Sin embargo, el mal tarde o temprano sucumbirá, la persona que permite que en su corazón se anide la maldad, tarde o temprano será víctima de eso mismo que cultiva. Dios respeta la libertad humana y lo que lo mueve es la salvación. Por eso es siempre paciente con el pecador y busca su conversión. Dios quiere que todos se salven. Él no se complace con la muerte del pecador. Por eso practica la misericordia extrema y ofrece muchas oportunidades de conversión. Tratándose de personas, existe siempre la posibilidad de una conversión, de un cambio radical de orientación y de vida. El malvado puede convertirse en bueno.
EL MAL NO PREVALECERÁ, EXISTE LA ESPERANZA. Las parábolas del grano de mostaza y de la levadura que leeremos también este domingo, nos hablan de la esperanza. Jesús muestra con la parábola de la semilla de mostaza que el reino de Dios tiene unos comienzos muy modestos. Las cosas pequeñas, si son buenas, están llamadas a producir grandes cosas. Los modestos actos de bondad serán siempre prometedores. No hay que dejar de hacerlos, tarde o temprano producirán su fruto.
Por su parte, la parábola de la levadura muestra que el reino de Dios se desarrolla de una manera escondida. Es en el interior donde Dios va haciendo su obra. Hay cosas que no percibimos cómo van desarrollándose en nuestra vida, sin embargo esas acciones escondidas transforman nuestros actos externos en acciones muy fructíferas. Dios teje fino en nuestro interior, siempre y cuando vayamos fortaleciendo nuestra vida con esas pequeñas cosas que provienen de la oración, los sacramentos, la lectura de la Palabra de Dios y la caridad.