A pesar de todas las bondades de la libertad de expresión, también tiene sus peligros y como toda libertad, puede ser dañina para una sociedad cuando no hay responsabilidad al ejercerla.
En México hay quienes confunden la libertad de expresión con la libertad para calumniar impunemente a sus adversarios políticos. Hay que distinguir entre libertad de expresión e impunidad para difundir mentiras y calumnias.
Muchas veces la pluma –dice un dicho- causa más daño que la espada. En los diez mandamientos no sólo se condena el robo y el asesinato, también la calumnia.
Reglamentar la libertad de expresión nos puede llevar a la censura; sin embargo, es tan importante denunciar a los que tratan de coartar la libertad de expresión, como a quienes en nombre de ella calumnian, mienten, deforman la realidad o ensucian el buen nombre y el prestigio de otras personas. Esas conductas deben ser tipificadas como delitos, pues de otra forma desprestigian la verdadera libertad de expresión, la cual hay que impulsar, proteger y garantizar.
Una gran conquista social -la libertad de expresión-, parece constituir para muchos una licencia para violar impunemente los principios más elementales de la razón. Una cosa es el derecho a expresarse libremente y otro que sea verdadero y razonable lo que expresamos.
Si queremos progresar no basta la libertad de expresión, es necesaria una cultura lógica de los ciudadanos que les permita identificar a quienes nadan en la incongruencia, apostándole a la ignorancia de quienes pretenden gobernar. Como sentencia el evangelio, es incongruente ver la paja en el ojo ajeno, cuando tenemos una viga en el propio.