Te imaginas ir caminando muy campantemente y quitado de la pena, mientras tu mente te transporta a cada uno de tus planes, amoríos, rollos o qué se yo, cuando de repente te detienes estrepitosamente al ver frente a ti a una serpiente mitad enrollada y mitad levantada en posición de ataque. Quieres correr pero no puedes, quieres gritar pero un nudo te ahoga la voz, y la serpiente te mira fijamente.
El intercambio podría contarse así: la miré, me miró, me aquieté, se movió. Estás paralizado por su poder hipnótico, ese mismo poder que Disney nos mostró en el Libro de la Selva, pero ¿saben qué? Afortunadamente es un mito, pero uno que ilustra perfectamente cómo se encuentra hoy México ante un gobierno que, según la percepción pública, pareciera tener el deseo de acallar al país con un "Shhh".
Empecemos por… el principio
Hace casi un año el país vivía un momento emotivo e histórico al ver por vez primera a una mujer ocupar la silla presidencial, haciendo posible lo imaginado por siglos de tradición machista e incluso misógina en la política mexicana. Las niñas ahora podrían no solo soñar sino luchar por llegar a la presidencia y hacer un cambio real en el país.
Esta es, en mi experiencia personal, la segunda ocasión en que pude vivir y ver con mis propios ojos un cambio real, donde no se ponía en duda la veracidad de los votos obtenidos, siendo una victoria legítima. La primera fue con Vicente Fox. Los mexicanos teníamos la esperanza de un cambio de verdad y la figura de Fox, sus mensajes, representaban eso. Por eso ganó las elecciones: nosotros votamos y lo llevamos al poder.
Menciono esto porque es importante para entender el contexto actual. Cuando muchos simpatizantes y militantes de izquierda culpan al PRIAN de todas las desgracias ocurridas —incluso de las inundaciones recientes que han dejado a varios estados del país con miles de pérdidas materiales y damnificados—, olvidan algo fundamental: Fox no llegó solo, y sobre todo, quien gobierna no es el partido sino la persona. No lo hace bajo los principios e ideales de su militancia sino bajo sus propios criterios, experiencia y conocimiento. Es sumamente necesario entender cómo funciona el poder y cómo cambia a quien lo tiene, especialmente si no se ha tenido antes.
Culpar al PRIAN es recitar un discurso aprendido, pero que en la práctica es insulso. Es más sabio y pertinente analizar el éxito o el fracaso desde el comportamiento y antecedentes de la persona, porque si de juzgar y hablar de partidos responsables se trata, todos —incluso el que tiene el poder actualmente— no salen bien parados. Es más, se les percibe ambiciosos, resentidos, y a más de uno han hecho exclamar que estábamos mejor antes. Al menos el sistema de salud no había colapsado, ah, y existía el FONDEN.
Lo curioso es que muchos defensores de la izquierda defienden a la gobernadora de Veracruz bajo el argumento de que para eso está el FONDEN, y ahí está el problema: se habla más de lo que se sabe, se defiende desde la ignorancia y el desconocimiento, pero como dice el dicho, entre los ciegos el tuerto es el rey. Y precisamente de ignorancia comunicativa, de desconocer el peso de un gesto en el momento equivocado, es de lo que quiero hablar.
Shhh...einbaum y la elocuencia del silencio
En la comunicación, como en la oratoria y desde luego en la imagen pública, sabemos que el silencio es tan poderoso como las palabras, e incluso más.
La pregunta que los simpatizantes de Morena y de la propia presidenta (vamos a complacerla aunque la gramática lo desmienta) plantean con tono de incomprensión es: ¿Por qué México no entiende que ella solo pidió silencio, les pedía que callaran porque no la dejaban hablar?
Cómo hace falta Juanga para que nos recuerde su frase célebre: "lo que se ve no se juzga".
Y es que el contexto donde Claudia exigió silencio, reiterando su lenguaje verbal con el no verbal —siendo este un refuerzo de su intencionalidad comunicativa—, fue un error de imagen pública catastrófico. La interpretación no solo fue callar a los damnificados de Veracruz sino al país entero, algo así como "te lo digo a ti puerta, escúchalo tú, ventana".
¿Dónde está el error? Más que error fue una metida de pata monumental y una caída de bruces que está costando caro, porque la imagen autoritaria de la primera mujer presidente de México no es la mejor ni la deseable. Es una herencia del sexenio pasado, donde pareciera que hay alguien que maneja los hilos del poder detrás de la silla presidencial.
Pedir silencio en medio del dolor, de los gritos de auxilio ante la catástrofe, la angustia por desaparición de parientes y pérdida de patrimonio, demuestra una falta de tacto y empatía. Y aquí es donde la imagen pública cobra su factura más cara.
El rostro humano está diseñado para expresar emociones aún en la persona más fuerte o inexpresiva, así que justificar ese acto bajo el argumento de que la presidenta debía mostrar fortaleza es un cuento menos verosímil que los de Pepito. La expresión facial en el rostro de Sheinbaum no evidenció tristeza, no mostró empatía por el dolor ajeno. ¿Por qué? Eso no lo sé. No intento defender lo indefendible. Posiblemente se abrumó, se exasperó ante los reclamos, y su reacción captada por los medios no fue la mejor, pero ya es demasiado tarde para enmendarlo.
Crisis de credibilidad
Lo único cierto es que este gobierno enfrenta una crisis de credibilidad. El poder hipnótico de la serpiente empieza a diluirse y en el tenso ambiente político la ciudadanía siente desilusión, arrepentimiento ante un discurso que es igual al del pretendiente que te promete el cielo, la luna y las estrellas, pero al final nos está yendo peor que a Bártola. Al menos a ella le dejaron tres pesos; a nosotros nos están dejando sin nada y el sector salud es el más afectado.