Recientemente me detuve en el estacionamiento de Walmart Universidad, allí venden unos taquitos de guisado muy buenos, así que cuando debo hacer diligencias por esa zona, aprovecho a darle alegría al estómago. Independientemente de este breve anuncio publicitario, cuando llegué a dicho lugar, llamó mi atención la conversación entre los dueños del negocio, gente que lucha desde antes que salga el sol para llevar el sustento a su familia, lo que se dice una familia “luchona”. Hablaban de Claudia Sheinbaum y de su decisión de apoyarla ¡Qué privilegios se gozan en estos tiempos en los que el voto ciudadano ya no es tan secreto!
De inmediato y no es que sea metiche pero mi instinto de periodista (al fin y al cabo como solían decirle a esa carrera chismosa con título) salió a flote, especialmente por el deseo de entender la psicología del mexicano en materia de preferencias políticas. Así que les pregunté: ¿Con qué candidato a la presidencia se sienten más conectados, más cercanos? La respuesta no se hizo esperar: Sheinbaum, sin duda.
Y ahora, tal y como hacen los niños pequeños después de recibir una respuesta, volví a preguntar: ¿Y por qué?
En esta ocasión también brotó de sus labios rauda y veloz la contestación: “esa Xóchitl es una turuleta”, “se la pasa regándola”.
Después de profundizar un poco más me fue hecha una declaración importante: “Sheinbaum le dará continuidad al trabajo de AMLO”.
La política para quienes están al interior se percibe distinta del resto del común de los mortales. Por esa la historia juega un papel fundamental para comprender a dónde vamos y dónde estamos.
Así que les compartiré una anécdota acerca del famoso “nopalito”, mote impuesto al expresidente Pascual Ortiz Rubio (sin ahondar mucho al asomo de su curiosidad inquieta, recuerden la característica del nopal, así es, es baboso).
Pues como una especie de símil entre Sheinbaum y Gálvez; en aquella época la candidatura por la presidencia de México y todo lo que representa se disputaba entre José Vasconcelos y Ortiz Rubio.
De este último además del apodo, puedo decirles que se hallaba bajo la sombra de Elías Calles. En ese imperio o monarquía del poder como muchos críticos le han llamado, Ortiz Rubio venía siendo un tercer Pelele.
Por su parte, Vasconcelos tenía dos características muy distintivas: era un genio y era soberbio. Lo segundo se alimentaba de lo primero.
Además, como en el caso la mayoría de los políticos, era narcisista. Su campaña electoral fue singularísima. En tanto que su rival hacía promesas y hablaba de las necesidades de la gente. Don José Vasconcelos hablaba de sus virtudes por tanto su mercadotecnia política giraba en torno a él mismo.
Entre los eslóganes de campaña más recordados en la mente de la gente de aquélla época está el siguiente: “Si usted es animal, vote por Pascual. Si usted es inteligente, Vasconcelos para presidente”.
Tan grande fue el impacto que a partir de ahí, don Pascual nunca se quitaría la etiqueta que lo ponía en igualdad de condiciones con un nopal.
No obstante la imagen poco justa que se le hizo a este hombre tachándolo de inepto, en las elecciones salió triunfador y no el genial Vasconcelos ¿Por qué?
Aquí está la lección implícita que deseo compartir. José Vasconcelos era un intelectual, un hombre de cultura. Sin embargo, sus simpatizantes no conformaban la mayoría necesaria para ganar la elección y lo más importante aún, es que no tenía el apoyo del hombre del poder, es decir de Plutarco Elías Calles.
Consideremos algo con seriedad: para llegar a ser candidato a la presidencia de la República no se puede ser tonto, o más concretamente ningún tonto o tonta llega a ese lugar.
Retomando la contienda actual entre Xóchitl y Claudia, la primera no es tonta, es un juguete de las circunstancias ( hasta de aquellas con nombre y apellido) y meme viviente de los mexicanos, pero tonta no es, de serlo, no tendría lo que hoy tiene ni sería candidata. Simplemente sus asesores discrepan, y de todos ellos no se hace uno solo, ella los escucha a todos y si a eso le agregamos la carencia de habilidades de expresión oral empezando por ese frenillo que no la deja pronunciar debidamente, pues la mujer se ataranta y mucho.
Lo que realmente debemos considerar es ¿por qué no tienen fácil ganar las elecciones y gustarle a la gente?
Simplemente porque como sucedió con don Pascual, Claudia tiene el apoyo de Obrador, que es el hombre del poder y no podemos soslayar el hecho de que la popularidad de AMLO se debe a que la mayoría de los mexicanos lo aman, ¡quién no la va a amar! si su programa más impactante es el de Bienestar. No lo digo con sarcasmo, se le reconoce su interés por los grupos vulnerables como la gente de la tercera edad.
Consideremos lo siguiente para una mejor comprensión:
De acuerdo con datos de Coneval, 46.8 millones de personas viven en pobreza en México, lo que equivale al 36.3% de la población total del país.
Por otro lado, la investigación “Cuantificando la Clase Media en México” - publicada en noviembre de 2021- expone que México tiene una población de 126 millones 760 mil personas, de los cuales solo un millón 23 mil son “clase alta” y 47 millones 201 mil son “clase media”.
Bajo este argumento, la clase que más favorece a AMLO y por ende a Morena es la mayoría conformada por la clase popular y un porcentaje de la clase media.
No pretendo de ninguna forma calificar las elecciones y preferencias bajo una óptica clasista, jamás. Lo que señalo es que hay una minoría que por motivos de cultura, idiosincrasia e intereses de ninguna manera comulgan con el proyecto de nación en curso y el que está por venir si gana Morena.
Así que por una parte hay muchos agradecidos y contentos recibiendo un extra para llegar a fin de mes; y por el otro lado hay una minoría con una mentalidad opuesta y una visión distinta, más allá del bien y del mal, sin necesidad de nada.
Por el momento parece que la historia se repetirá, porque detrás de las candidatas la verdadera lucha y estrategias vienen de quienes detentan el poder.