No he resistido la tentación de analizar diversos aspectos del debate de los candidatos presidenciales transmitido recientemente por televisión y aquí estoy, poniendo bajo la lupa una primer batalla realizada en la arena más importante: la mediática.
Desde ya hace algunos ayeres el respeto a la figura presidencial se esfumó, el responsable fue Fox, quién no solo se puso de pechito sino que abrió la puerta al vilipendeo de su imagen y la de sus sucesores cuando se presentó en “otro rollo” con Adal Ramones, buscando la aprobación de la chaviza en edad de votar. Sí eso pasa con los presidentes, menos respeto existe con los candidatos, especialmente cuando hay una cultura del meme que acrecentar.
Este domingo el debate no prescindió de comunicación política y mucho menos de proyección de imagen, el problema reside en que los resultados obtenidos en estas áreas de expertise no fueron los deseados.
Iniciemos con Xóchitl. Ella eligió una atiendo claro en color blanco con la finalidad de transmitir no solo elegancia, eso es lo de menos cuando hay votos que ganar, pues en este caso y especialmente para alguien que representa a los partidos antagónicos el blanco hace que se reste peso al autoritarismo. Además de dar un aire de intelectualidad que necesita la candidata, especialmente cuando sus metidas de pata han puesto en tela de juicio su capacidad para dirigir a toda una nación.
Si bien entre las fortalezas de Xóchitl no está la oratoria, la estrategia de sus asesores fue el ataque y “ese fue un error” como dice la canción y al doble debido a que no se le entrenó para poner cara de póker, lo que hubiese sido mejor que las frecuentes expresiones de ira y desprecio de las que fuimos testigos y eso fue perjudicial en su imagen porque la percepción que ese comportamiento genera es negativa para la audiencia. Más claramente, en nuestra psicología, ver a un hombre airarse públicamente es positivo para su imagen, indica carácter; desafortunadamente en una mujer solo se le percibe como falta de dominio propio, en pocas palabras es histérica y hasta hormonal.
Con la candidata Gálvez es preciso intensificar el entrenamiento mediático y el enfoque en sus respuestas.
Jorge Máynez fue vencido pero no por ninguna de sus dos adversarias. Su mayor enemigo fueron los nervios, lo que lo obligó a beber, beber y seguir bebiendo lo que sea que contuvieran sus vasos, a este punto ya era la representación gráfica de la canción navideña los peces en el río.
Es notorio que sus asesores le encomendaron sonreír; sin embargo, no tomaron en cuenta el tipo de sonrisa que este joven candidato esbozaría: una sonrisa fuera de lugar, falsa, nerviosa que en no pocas ocasiones puso al descubierto el miedo interno generado ante las preguntas, las cámaras y todo el show. En pocas palabras su sonrisa estaba fuera de lugar, era inapropiada.
Su saludo de señas pudo impactar en su presentación inicial o en el cierre. Desafortunadamente lo que pudo ser un éxito dio más pena que gloria, primero, porque lo presentó dando la impresión de que apenas se acordó de que le indicaron hacer dicho saludos y cuando lo realizaba se asemejaba a esos niños que están recitando en público lo que están a punto de olvidar.
Cero aporte en su discurso y desaprovechó oportunidades valiosas como cuando se presentó diciendo que era el padre de sus dos hijos a los que se refirió por nombres y edades. Simplemente no conectó con la audiencia porque el mensaje no fue elaborado para empatizar. Distinto hubiese sido decir algo como “soy padre de familia como tú y millones de mexicanos que desean un México de oportunidades para nuestros hijos…”.
Su estrategia de ataque, especialmente a Xóchitl Gálvez, no fue efectiva. Se basó en un argumento desgastado y mal dirigido, como si esta candidata fuese responsable de las metidas de pata de Peña Nieto o de Fox, si al menos hubiese formado parte del gabinete de las pasadas administraciones cobraría sentido, mientras tanto esos dardos encendidos no dieron en el centro de la diana.
Sí bien es cierto que entre los tres se echaron tierra, estás tácticas de guerra solo generan hartazgo en la audiencia cuando no hay algo relevante que poner en evidencia, el factor sorprenden en este tipo de “guerra” es sumamente valioso. Cuando la cantidad de ataques excede por mucho la calidad del mensaje “destructivo”, estos pierden su efecto mortífero.
El color de su vestimenta fue atinado, refleja credibilidad y accesibilidad, sin embargo en su caso muy particular debió portar corbata, ya que su juventud y notoria falta de experiencia política hubiesen sido contrarrestadas con el uso de la corbata que le daría más seriedad.
En el caso de la exjefa de gobierno capitalino, ésta tuvo a su favor la serenidad y calma al menos en ciertos momentos. Fue cauta y supo a qué ataques responder y cuáles eran solo un desgaste de tiempo innecesario. Sin embargo, de todos los ataques hubo uno certero del que vale la pena cuidarse en lo sucesivo, fue tachada de fría e insensible por parte de Gálvez y tiene razón. Si bien la sonrisa de seguridad que presenta le suman puntos a su favor, debe considerar que hay temas donde debe mostrar emociones y ser más empática.
Otro de los problemas de imagen de Claudia es que juega demasiado al “yo yo”, y esa es una línea muy delgada que puede confundirse con soberbia. El 90% de sus respuestas se basó en: “cuando yo fui” “yo hice”, “yo gané”. Es importante dar crédito a su equipo, a las personas eso la hace ver incluyente, más humana y sobretodo menos egocéntrica.
En cuanto a su vestuario, la blusa blanca dio el toque de transparencia; no obstante el color del saco y pantalón eran un refuerzo de que representa los intereses de Morena y la 4T y eso ya lo sabemos. Más atinado hubiese sido utilizar otra paleta de colores que represente accesibilidad, eso la ayudaría mucho más que el recordarnos que es la ungida por el Mesías.
Lamentablemente se nos ofreció un debate y recibimos un talk show; esperábamos propuestas y aportes de ideas bien sustentadas que nos permitieran conocer la idoneidad de cada candidato y obtuvimos una versión mejorada de los programas al estilo de Laura Bozzo o Rocío Sánchez Azuara.
Espero que tengamos mejor suerte en el próximo debate y no solo un amplio y divertido legado de memes de los presidenciables.