Una de mis más importantes luchas ha sido la causa de las mujeres. Recientemente, fue publicado el Indice de Brecha de Género del World Economic en el cual es evidente que en México los marcados esterotipos de género y los roles de la mujer en el cuidado de la familia restringen fuertemente nuestra participación económica (77% de los hombres versus 46% de las mujeres); al ritmo de crecimiento que llevamos, ¡a México le tomaría 119 años alcanzar la paridad!
Por eso, asumí este compromiso desde hace muchos años. Como líder de mi gremio al frente de la Federación de Colegios de Economistas integramos la Comisión de Mujeres Líderes por una Economía Incluyente para crear el primer directorio de mexicanas listas para ascender a la alta dirección; como diputada federal ingresé dos iniciativas para alcanzar 30% de mujeres en los Consejos de Administración de las empresas que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores y 30% en los consejos de las empresas de gobierno, esta última fue aprobada por unanimidad.
Como funcionaria federal en la Secretaría de Hacienda hicimos de las salas de lactancia así como de las oficinas alternas una política inmobiliaria para darle mayor equilibrio a la vida de nuestras trabajadoras; y como titular del Instituto Estatal de las Mujeres en Tabasco creamos el primer banco rosa para darles créditos a través de grupos solidarios. Estoy convencida que una mujer que tiene independencia económica ¡lo tiene todo! Pero además, es la más rápida solución para disminuir las enormes brechas de desigualdad que existen en nuestro país.
Ahora, entre las muchas causas de género es impresindible avanzar en una: más mujeres en la alta dirección de las organizaciones, ya sean públicas o privadas. Diversas investigaciones han demostrado que la inclusión de mujeres en puestos directivos y en los consejos de administración tiene un impacto positivo en el desempeño financiero y en la innovación empresarial. McKinsey & Company reveló que las empresas con mayor diversidad de género en sus juntas directivas tienen 21% más de probabilidades de superar el rendimiento promedio de sus pares; además, estas empresas muestran una mayor capacidad para atraer y retener talento, mayor satisfacción de los empleados y mejor toma de decisiones.
A pesar de estos beneficios comprobados, las barreras para las mujeres en estas posiciones son múltiples y complejas. Según un estudio realizado por IMCO en colaboración con Kiik Consultores, aunque las mujeres representaban 43% de la fuerza laboral en cerca de 200 empresas analizadas, la proporción disminuye a medida que aumenta el nivel jerárquico. Las mujeres ocupan 25% de los puestos de liderazgo del departamento jurídico, 11% de los puestos financieros, sólo 4% en puestos de directora ejecutiva y la presencia de mujeres en juntas corporativas en México es de 13%, 17 puntos porcentuales por debajo del promedio global.
Es urgente facilitar el ascenso y la participación de mujeres en la alta dirección, faltan redes de mentoría y patrocinio, y definitivamente, necesitamos abatir las responsabilidades familiares desproporcionadas, brindando recursos al Sistema Nacional de Cuidados.
Cumplirle a las mujeres no es sólo justicia social, es una estrategia clave para la innovación, la competitividad y el crecimiento sostenible. Tener un congreso paritario en su momento representó una valiosa oportunidad, sin embargo no se tradujo en mejores políticas públicas ni mayor bienestar social y económico para las mexicanas.
Hoy México vive un nuevo momento clave con la primera mujer presidente. Claudia Sheinbaum representa una vez más la esperanza, una que impresindiblemente la debe obligar a actuar con la enorme responsabilidad que amerita esta causa. Estaremos atentas.