Opinión

El gabinete de la no reconciliación en Perú

Por Rodrigo Chillitupa Tantas


A cuatro días de asumir el gobierno, el presidente José Jerí presentó ayer a su flamante gabinete de ministros. Una oficialización que no iba a conocerse hasta el 20 de octubre ?tal como el mismo Jerí lo manifestó públicamente?, pero que ante la anunciada marcha de la llamada ‘Generación Z’ de hoy en Lima y regiones, tuvo que replantear su decisión y actuar de inmediato. El jefe de Estado iba afrontar esta movilización sin operadores en los ministerios.

En la víspera, Jerí prometió que su primer equipo ministerial sería ‘de amplia base y de reconciliación nacional’. Sin embargo, los nombres que ha colocado en los diferentes sectores generan una total contradicción. Empezando por Ernesto Álvarez, quien es el flamante primer ministro. Antes de que sea nombrado, Álvarez no era la primera opción del presidente Jerí. Previamente se buscó sin éxito a cuatro personajes: Ricardo Márquez, Felipe Cantuarias, Jesús Salazar Nishi y José Salardi. Ninguno aceptó liderar la PCM.

Con las sucesivas negativas, Ernesto Álvarez se convirtió en la carta de emergencia de Jerí que reconfirmó lo que sabía de él: desconfianza, improvisación y escasa capacidad de convocatoria para atraer cuadros a su gobierno. Es más, tampoco tuvo la lectura política necesaria para escoger a quien pone como su número dos en el Ejecutivo para tratar de superar la compleja y accidentada transición que le toca liderar.

Si bien Ernesto Álvarez es un reconocido jurista y expresidente del Tribunal Constitucional en Perú ?cuya gestión tendrá que ganarse el voto de investidura del Parlamento? sus posiciones controversiales podrían condimentar a agudizar aún más la crisis política. Las opiniones reaccionarias de Álvarez son conocidas en su larga lista de artículos de opinión, intervenciones en TV y radio, así como sus tuits. Precisamente, cerró su cuenta personal en X, pero se logró captar algunos de sus mensajes.

El flamante primer ministro Álvarez calificó como un ‘intento subversivo’ a la marcha de hoy convocada por los jóvenes de la ‘Generación Z’, a quienes acusó de ser ‘los herederos del MRTA’. Además, tildó de ‘radicalizados’ a los transportistas por convocar a constantes paros contra la inseguridad ciudadana. Similares términos que usó durante la época de las manifestaciones que se dieron contra el gobierno de Dina Boluarte entre diciembre del 2022 y enero del 2023.

Álvarez tampoco ha tenido problemas en elogiar a la dictadura de Alberto Fujimori y mostrar simpatía por líderes de extrema derecha como Donald Trump y Georgia Meloni. En paralelo también ha evidenciado su animadversión hacia la izquierda: llamó “activista ideológico marxista, neocomunista, gramsciano” al arzobispo de Lima, Carlos Castillo, por defender una obra teatral, y deslizó que “un cuarto de los peruanos es de extrema izquierda”.

Con estas expresiones, el primer ministro Ernesto Álvarez genera resistencia en la calle y puede ocasionar que el rechazo sea mucho mayor hacia la gestión de Jerí, quien cometió un grave error en escoger a un actor político que ?lejos de lograr esa ansiada reconciliación que tanto busca? provocaría una mayor polarización que desencadenaría un estallido social no solo en Lima, sino en las regiones del interior del Perú que están harta de la estigmatización y el ‘terruqueo’ político.

Por ello, Álvarez tendrá que brindar señales de que se puede dialogar con él y llegar acuerdos mínimos en función de establecer una agenda nacional. Eso lo podrá conseguir en el Parlamento, mientras en la calle se tiene otra percepción. Con su nombramiento se refuerza la

idea que nada ha cambiado: la coalición de partidos del Parlamento mantiene su pacto de poder sobre Jerí, un mandatario sin juego propio, sin legitimidad y que parece priorizó su supervivencia política sobre la gobernabilidad.

Una mala jugada tomando en cuenta que si el reclamo firme de la ciudadanía ?que exige mayor seguridad y la derogación de todas las leyes procrimen aprobadas en estos años? logra una articulación y se consolida en liderazgos sólidos, entonces tanto el Gobierno como el Legislativo podrían verse acorralados.

Los partidos que dominan ambos poderes podrían sufrir las consecuencias de sus actos en los próximos meses. La marcha de hoy será un buen termómetro para que sepan si sus blindajes, favores políticos y beneficios particulares aún tienen cabida ante la posibilidad de que puedan desaparecer electoralmente en el 2026.