A estas alturas ya es bastante claro que entre las dos opciones en contienda para la elección presidencial del 2 de junio, una, la de MORENA, propone seguir exactamente por el mismo camino en materia económica, es decir, una economía controlada por el gobierno y las burocracias, cada vez más ineficiente, improductiva y que no va a generar ni el crecimiento ni los empleos de calidad que el país necesita.
La otra, Xóchitl Gálvez, que es una profesional que ha creado empresas y empleos, que ha sido una funcionaria competente, que tiene experiencia política y sabe lo que la ciudadanía requiere, lo que plantea es un gobierno promotor que apoye justamente el crecimiento y la competitividad, la inversión y la innovación, para que todos ganen.
Para entender la diferencia basta recordar el saldo que dejará MORENA.
El crecimiento económico en todo este sexenio será menor al 1% promedio anual, mientras que el país requiere crecer al 4.5% anual.
Como no hay crecimiento, lógicamente tampoco hay impuestos que cobrar ni dinero para repartir, el gobierno necesitará contratar más y más deuda para pagar los elefantes blancos que construyó o para darle dinero a Pemex que está quebrada, y como no tiene dinero, seguirá sin apoyar a la salud, la educación y la seguridad, razón por la cual el déficit presupuestal, o sea, cuando los egresos son mayores a los ingresos, será del 5% del Producto Interno Bruto, el más alto desde 1988. Todo eso justamente es lo que habrá que cambiar.
Ahora bien, ¿es suficiente para que el país, las oportunidades y los empleos se multipliquen? pues no. Los gobiernos estatales tendrán que hacer su tarea de manera mucho más eficiente y profesional, y aquí es donde hay que tener suficiente claridad.
Todos los gobiernos, más o menos sensatos, suelen verbalizar el interés de atraer inversiones a sus estados, pero con algunas excepciones profundizan poco en identificar y entender los motores con los que realmente se toman estas decisiones en las empresas y las corporaciones.
Por lo general las empresas consideran factores como la cercanía con los mercados de consumidor o proveedores, los costos de operación, los tratados comerciales, la disponibilidad de capital humano, los niveles de confianza en la región de que se trate, la seguridad jurídica y pública, y la confianza en sus instituciones.
En suma, es un ecosistema en el que todas las variables cuentan e influyen en un sentido o en otro. De estas variables hay dos que destacan, la primera es el capital humano, a menos que se requiera mano de obra de baja calificación como sucede en las maquiladoras de la frontera norte, buena parte de la inversión nacional y extranjera que intenta llegar a México y a sus estados, bien para aumentar la que ya existe, o bien, la derivada de la relocalización, probablemente demandará talento de mejor calidad, y en esto, México no es competitivo o al menos no lo suficiente.
Por ejemplo, para 2024, este año, el 36% de los empleadores informa que contratará nuevo personal, pero el 68% de ese universo reporta que hay escasez de personas con las habilidades y competencias necesarias o egresados de las disciplinas específicas que requieren las plantas industriales y manufactureras.
¿Qué explica este desequilibrio? Que las universidades quizá no ofrecen lo que demanda el mercado laboral, o que sus egresados no tienen las habilidades y competencias adecuadas, o incluso que el dominio del inglés en México es muy bajo.
En segundo lugar, la situación de la seguridad y el Estado de Derecho en México es hoy, por decirlo menos, catastrófica. Como es más que evidente todos los días que el crimen organizado se ha convertido ya en un protagonista natural del paisaje social y económico del país, perpetrando puestos y robos en carreteras, extorsionando en zonas rurales o incluso recaudando impuestos de manera directa.
En suma, el Estado ha desaparecido en muchos lugares, la mayoría de ellos, por cierto gobernados por MORENA.
La conclusión es muy clara, traer inversión nacional y extranjera no es una tarea de relaciones públicas, de redes sociales o actividades folclóricas, sino que exige entender con mayor información, preparación y sofisticación la manera en que funcionan hoy la economía y el comercio. Nada más, pero nada menos.