Pasará mucho tiempo para que nuestra época sea bautizada con nombre y apellido. Es decir, que sus variadas manifestaciones puedan englobarse en un concepto. Para no embarcarse en complicadas elucubraciones, tal vez se nos identifique simplemente como la época del teléfono celular, aunque también podría denominarse el periodo de la amenaza latente, pues tal parece que estamos viviendo en un vértigo de desequilibrio, incertidumbre y perplejidad.
Ciertamente, en estas condiciones es difícil ser optimista. No se puede tener esperanzas por obligación. Aun así, el espíritu navideño nos impele a motivarnos para resistir y reiniciar en nuestro deber de ser mejores. Expreso algunos anhelos.
1. Deambulando en mis lecturas, disfruté un cuento de Hernán Casciari sobre un concierto pop al que tuvo que acompañar a su hija. Le doy la palabra:
“Yo empiezo a llorar de miedo, y entonces mi hija me abraza fuerte y me dice: Fue el día más feliz de mi vida, papá —eso me dice. Y entonces me doy cuenta de que ir a un concierto pop infantil no es como ir a la guerra. Es peor que ir a la guerra. Pero ojalá todas las guerras terminen así, con una hija feliz y apretándote fuerte en medio del caos”.
Ahí está mi primer anhelo: que el próximo año se terminen los horrores de la violencia en el mundo, especialmente en México. Bueno, no abusemos del optimismo, que cuando menos disminuya dando paso a una convivencia más armónica.
2. El triunfo de Donald Trump es deprimente. Ganó la antipolítica, la antihumanidad, la ambición sin escrúpulos. Su gobierno se vislumbra aterrador. Estados Unidos es una gran potencia debido a “una verdad evidente por sí misma”: el respeto a la ley, el funcionamiento de las instituciones. Un grupo de expertos en “chicanadas” y jueces con dudosa autoridad moral le dieron impunidad y una ciudadanía manipulada votó de nuevo por darle un segundo periodo presidencial. Confío en que resurja el pudor de la clase política y logren impedir que cumpla sus aterradoras intenciones. Afloran algunos indicios que sustentan nuestras predicciones.
3. En alguna mañanera de enero, Claudia Sheinbaum habrá de iniciar su perorata diciendo:
Les anuncio que seré presidentE de México. No le daré continuidad a las equivocaciones del pasado. En lugar de un segundo piso, voy a reconstruir el primero. Habré de destinar los recursos públicos a donde más se beneficie al pueblo. Procedo a designar gente idónea en los cargos públicos. Invito a todos a un diálogo respetuoso para entendernos de nuevo. Fortaleceremos el Estado de derecho. He dicho.
4. Soy un apasionado de mi profesión, soy estudioso del derecho. Jamás había presenciado un horripilante esperpento como la reforma al Poder Judicial. Viendo la lista de aspirantes, confirmo que los más destacados juristas no se prestaron a la farsa. Acaricio la posibilidad de que no culmine ese proceso; caso contrario, nos quedaremos sin uno de los poderes. El fin de la República.
5. El mundo y México padecen un notable deterioro de liderazgo en todos los órdenes. Hago votos porque, como en otras ocasiones, emerjan hombres y mujeres que reencaucen el rumbo.
6. Los partidos políticos son males necesarios. No se concibe la democracia sin ellos. Sueño que le den prioridad como candidatos a personas con calidad para cumplir deberes y dejen de ser plañideras en las plazas públicas desnudando sus amarguras.
7. Con todo y los nubarrones en el horizonte, tendremos inversiones públicas y privadas que nos permitan incrementar el desarrollo y generar empleos.
Desde luego, ni con mucho se han agotado mis buenos y hasta ingenuos augurios. Los anteriores son los más sentidos y ponderados como necesarios. Continuaremos abordando el tema.
Sí, la vida es sueño. De otra manera más valdría interrumpirla, lo cual es contrario a nuestras íntimas creencias.
Feliz Navidad y próspero año nuevo.