Opinión

Los insumisos

Por Juan José Rodríguez Prats

¡Qué sorprendente es la vida! Hay que amar y pensar en las personas. No hay que pensar en nada más.


La historia relata los actos heroicos de los insumisos en defensa de los principios. El gran filósofo Tzvetan Todorov, citando al pensador Emmanuel Lévinas, los define con una idea: “El único valor absoluto es la posibilidad humana de dar prioridad a otro sobre uno mismo”. Esto es, los muchos personajes que, en defensa de los derechos de los pueblos, se oponen a los abusos del poder arriesgando su integridad.

Albert Camus, en su memorable libro El hombre rebelde, se refiere así a ellos:

¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero, si niega, no renuncia: es también un hombre que dice sí, desde su primer movimiento (…) Significa, por ejemplo, “las cosas han durado demasiado”, “hasta aquí, más allá no”, “vais demasiado lejos” y también “hay un límite que no franquearéis”.

En su espléndido ensayo, Elogio a la traición. Sobre el arte de gobernar por medio de los negocios, Denis Jeambar e Yves Roucaute lo dicen con claridad:

Aconsejar al príncipe que no traicione es lo mismo que invitarlo a llevar una vida monástica. Al que va a entrar a la política le conviene abandonar toda ilusión. No se puede avanzar contra la civilización. En efecto, la gran traición es el acto fundacional de la política. La antropología lo demuestra, la tragedia griega lo escenifica, las religiones monoteístas lo transmiten: el hombre se vio obligado a traicionar para salir de los sistemas arcaicos primitivos.

Para cerrar este breve repaso doctrinario, acudo de nuevo a Todorov: los insumisos responden en sus comportamientos “…a dos grandes formas de amor, a las personas y a la verdad (a veces las dos son una)”.

Con estas ideas asumí un trabajo audaz en el que seguramente incurro en graves omisiones. El Estado mexicano y la nación misma están sufriendo una orquestada acción destructiva en todos los órdenes. Es un caso más de las brutales arbitrariedades que se cometen desde el poder. Afortunadamente han aparecido los insumisos. Son cientos de miles, pero quiero rendir homenaje a los que calificaría como “Los siete magníficos”, disculpándome por no ampliar la lista por falta de espacio. Todos tienen suficientes méritos y el orden en que los menciono no obedece a ningún tipo de jerarquización.

1. Carlos Urzúa. Con su renuncia, de gran profesionalismo y dignidad al imponer el Ejecutivo un panfleto de ocurrencias como Plan de Desarrollo, así como su posterior desempeño y sus propuestas sensatas, ha demostrado calidad de mexicano y de hombre de bien.

2. Alejandro Díaz de León. Su defensa del Banco de México sin dejarse convencer por una reelección a cambio de sumisión lo acreditan suficientemente.

3. Caso similar al anterior es el de Alejandra Palacios Prieto como presidenta comisionada de la Cofece.

4. Rosa Park, afroamericana, se negó en 1955 a ceder su asiento en un transporte urbano a un anglosajón porque estaba muy cansada. Con ese acto inició el mayor movimiento en defensa de los derechos civiles en EU. De esa magnitud es el gesto de la magistrada Norma Leticia Piña, presidenta de la Suprema Corte, el pasado 5 de febrero, al arribo del presidente de la República. Ahí arranca la dignificación de nuestro Poder Judicial.

5 y 6. Lorenzo Córdova y Ciro Murayama. Con entereza e inteligencia han defendido a la democracia y al pueblo de México.

7. Un ejército de periodistas cumple hoy valerosamente su deber. Mención especial merece el acto de Guillermo Sheridan al denunciar el plagio de la ministra Yasmín Esquivel y con ello haber evitado su posible designación al frente de la SCJN.

Los insumisos no son reconocidos en el momento de sus valientes decisiones. Los éxitos éticos tardan en ser evaluados, al paso de los años se sopesan sus méritos y se perciben los grandes males que se evitaron. Interpreto el sentir de las próximas generaciones y les doy las gracias. Así de simple.