Opinión

Capacidad de deliberación

Por Juan José Rodríguez Prats

¡Gran paradoja, pero inexcusable, la realidad histórica no es nunca la “actualidad”!


Pasará algún tiempo para tener una idea clara de lo que está aconteciendo en México. Los diagnósticos sobre el presente están cargados de bruma y es difícil percibir los hechos. Hay que esperar que el mal tiempo pase para que emerjan muchas verdades. Entonces sí podremos aproximarnos a lo realmente acontecido.

Para analizar con certeza nuestra situación hace falta capacidad para deliberar. Seguramente en el porvenir confirmaremos que las políticas del actual gobierno fueron mucho más dañinas de lo que hoy percibimos. Hay eventos que exigen ser estudiados en perspectiva con todo y sus riesgos. Focalicemos nuestra capacidad para deliberar. De la excelsa poesía en Muerte sin fin de José Gorostiza, me convence un verso: “Islas de monólogos sin eco”. Eso somos.

Nunca en nuestra historia los temas a dilucidar han sido tan variados y contradictorios, pero abordados con herramientas muy primitivas. ¡Qué contraste con muchos antecedentes en la conformación de la nación mexicana! Sólo para dar un ejemplo, evoco lo que considero el primer debate (1550-1551) sobre los principios que debían inspirar las leyes de indios y que versó sobre la dignidad humana de los habitantes del nuevo mundo, entre dos filósofos con las más altas calificaciones: fray Bartolomé de las Casas, precursor en la defensa de los derechos humanos, y Juan Ginés de Sepúlveda, defensor del dominio español sobre los indígenas. Conocido como la Junta de Valladolid o como “la polémica de los naturales”, revistió una gran calidad por sus profundas y sólidas reflexiones.

Hay muchos casos similares en nuestra trayectoria en los diversos ámbitos de la mexicanidad, pero hoy prevalece un gran desorden, ni siquiera tenemos clara la temática; se habla de temas muy menores que ya deberíamos haber superado, hasta la confirmación de nuestro pacto social.

André Lalande, en su Diccionario filosófico, entiende por deliberación: “Estado psicológico en el cual se encuentra uno habiendo concebido como posible un acto voluntario, se suspende su ejecución hasta nuevo orden para examinar de modo consciente y reflexivo si hay que ejecutarlo o no. Se opone a impulso”. Joan Corominas, en su Diccionario etimológico de la lengua castellana, la entiende como la ponderación de pros y contras para resolver. Y Guido Gómez de Silva, en una obra similar, expresa: “Reflexionar, considerar cuidadosamente: latín deliberare, deliberar, pensar bien. Librare, pesar de libra, balanza”. Consiste en un ejercicio de demarcar una idea controvertida, deslindarla, ubicarla en el ámbito teórico que le corresponde. Hay muchos estudios que enumeran las varias virtudes para que cumpla sus propósitos. Todos convergen en una condición sustancial: que en ambos bandos haya siempre la posibilidad de que puedan estar equivocados y a la contraparte le asista la verdad y la razón.

Desde los orígenes de las concentraciones humanas, funcionaron grupos colegiados que deliberaron sobre las maneras de convivir en armonía y de que el poder se ejerciera en beneficio de la comunidad. Después vinieron los pensadores que le dieron un marco teórico a estas prácticas.

Si quien ejerce un cargo de jerarquía institucional no asume una posición de equilibrio y madurez, y su único afán es evidenciar su supremacía haciendo a un lado inclusive las leyes a las que ha jurado obedecer, la deliberación se torna estéril y envenenada. El riesgo de un deterioro del Estado de derecho es inminente.

En el México de hoy sobran ingredientes para que entremos en lo que se denomina entropía, que, sin entrar en mayores detalles, se concibe como una medida del desorden. De muchos modos se ha calificado al Presidente de la República. Aventuro, por conocerlo, que en donde se siente más a gusto es cuando hay ausencia de autoridad. En el fondo, es un anarquista, tremenda paradoja.

Conclusión: mejoremos nuestra capacidad de deliberación.