Opinión

Los talentos deben multiplicarse con sentido social

Por José Manuel Suazo Reyes

La parábola hace referencia a la responsabilidad que cada persona tiene en la vida


La Palabra de Dios que proclamaremos este domingo, en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia católica, nos prepara para la llegada del día del Señor. Ya estamos ciertamente en el penúltimo domingo del calendario litúrgico, el próximo es el último domingo del año, por ese motivo se abordan estos temas que tienen que ver con el fin de los tiempos.

En el evangelio que escucharemos este domingo (Mt 25, 14-30) Jesús nos cuenta la parábola de los talentos. Un talento era una suma muy grande de dinero, era el equivalente a 6 mil denarios. Un denario era el salario de un día para un trabajador ordinario. En la parábola se dice que una persona recibió cinco talentos, otra dos y un tercero recibió uno solo.

La parábola hace referencia a la responsabilidad que cada persona tiene en la vida. Todos hemos recibido algo, es más, mucho de lo que somos y tenemos lo hemos recibido de alguien, se lo debemos a alguna persona.
Jesús, una vez resucitado regresa al Padre para sentarse a su derecha. Él dejó a sus discípulos la misión de prolongar la obra que comenzó con su encarnación y que llevó a plenitud con su pasión, muerte y resurrección. Cada discípulo de Jesús tiene una responsabilidad en el mundo donde se desarrolla su vida, cuando se encuentre definitivamente con Dios se le pedirá cuentas de los bienes que ha recibido.

La parábola de los talentos tiene varias enseñanzas: hace referencia al tema de la rendición de cuentas, al encuentro final con Dios y trata además el tema de la recompensa o castigo final por las propias obras. En la narración se contrapone la conducta de 2 servidores buenos y prudentes contra la de uno que viene calificado como malo y perezoso. Desde luego se destaca la responsabilidad personal que cada uno tiene ante los diferentes bienes que ha recibido.

Debemos tomar conciencia de que Dios no deja desprovisto a ninguno, él ha dado a cada quien una diversidad de talentos que es necesario poner en obra y hacerlos fructificar. Ciertamente este ejercicio para que tenga mayor mérito, debe hacerse con un sentido social. Es decir no solo buscar el bien personal sino también el de los demás. Ser talentoso y usarlo sólo en beneficio propio nos podría conducir al egoísmo, a la indiferencia y al individualismo extremo, se trata de usar bien los talentos recibidos pero sin descuidar la solidaridad ni la caridad. A final de cuentas vivimos en este mundo donde todos nos necesitamos y por ello no podemos ser indiferentes en las necesidades de los demás ni vivir en forma egoísta.

La rendición de cuentas es un hecho necesario y legítimo, no solo la debemos hacer ante los demás: un superior, una comunidad, el Estado, sino también ante nosotros mismos y desde luego delante de Dios. Uno debe ser consciente de que debe administrar bien lo que recibe y además fomentar la idea de mejorar o transformar para bien los bienes o talentos que haya recibido. Siempre estamos llamados a ser mejores en la vida y a crecer como personas y como hijos de Dios.