Opinión

La viña es de Dios, nosotros somos administradores

Por José Manuel Suazo Reyes

La viña en ese pasaje representa al pueblo de Dios


La parábola de los viñadores asesinos que el evangelio de San Mateo (Mt 21, 33-43) nos presenta este domingo se ubica dentro del ministerio desarrollado por Jesús en JERUSALÉN, unos días antes de su pasión. Se trata de un fuerte reclamo a las autoridades del pueblo de Israel para que tomen conciencia de su responsabilidad al rechazar la salvación ofrecida por parte de Dios a través de su hijo, Jesucristo.

Una imagen parecida, la encontramos en el capítulo V del profeta Isaías, (Is 5. 1-7), para describir el amor y todos los cuidados de Dios hacia su pueblo. La viña en ese pasaje representa al pueblo de Dios. La relación entre estos dos pasajes bíblicos nos lleva inmediatamente a reconocer también las diferencias. En el profeta Isaías se pone la atención en la viña (todo el pueblo), es una viña llena de cuidados, bien cultivada, con una cerca y con todo tipo de atenciones; en la parábola que cuenta Jesús, la atención se centra en los viñadores, es decir en todas las personas a quienes se había confiado la viña para que la cultivasen y a su debido tiempo entregaran a su dueño los frutos obtenidos. En ambos casos se busca que los destinatarios se den cuenta de su error y maldad y busquen la conversión. Dios en definitiva no se complace en la muerte del pecador, sino desea que se convierta y viva porque él es misericordioso.

Los viñadores asesinos representan a las autoridades de Israel que habiendo rechazado a los mensajeros de Dios (los profetas) se disponen ahora también a rechazar al hijo de Dios, están a punto de condenarlo y llevarlo a la muerte. Por eso Jesús les anuncia que debido a esa cerrazón de su mente y corazón, se les quitará la viña y será entregada a otros viñadores. Los nuevos viñadores, serán todos aquellos que obedecen a Dios, que hacen su voluntad y acogen en la fe a su Hijo Jesucristo.

El gran problema de los viñadores asesinos fue que se olvidaron que eran administradores y adoptaron una conducta posesiva. En este sentido esta Parábola es una clara advertencia para todos nosotros. Debemos recordar que todos nosotros somos administradores de los bienes de Dios. Dios es el dueño absoluto de todo. Nosotros somos simples administradores. Todos tenemos distintas responsabilidades, somos simples administradores de los bienes del Señor: estos bienes son la vida, las cualidades personales, los bienes materiales y espirituales…Cuando se adopta una actitud posesiva, se cometen muchos males, se cae en los abusos, en las injusticias y en los desórdenes.

Todos los dones, todos los talentos que Dios nos ha dado y nos da son instrumentos para poder amar y servir a los demás. Si los usamos de una forma egoísta para buscar sólo nuestro propio interés nos asemejamos a estos labradores asesinos. Las consecuencias serán desastrosas. Debemos pedirle a Jesús que nos conceda asemejarnos a él que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por todos. Este es el camino que nos propone el señor. Estamos llamados a vivir con este espíritu de servicio y de generosidad. Ahí está la verdadera alegría, la alegría divina que Dios quiere comunicarnos.