Opinión

¡Mucha toga, mucha toga!: el dilema que ventilará las flaquezas de la autoridad judicial

Por Genoveva Javier Pérez


¿Alguna vez se les ha cruzado por la cabeza la idea de que en estos tiempos modernos el traje de Batman debería ser cambiado por algo más accesible, que infunda menos miedo para los habitantes de Ciudad Gótica? ¿O que quizás Superman es demasiado varonil y, como hay que ser inclusivos, en lugar de mallas azules o de un calzoncillo rojo, le vendría bien uno con los colores del arcoíris para ser más incluyente?

 

Pero como en México no tenemos Liga de la Justicia —bueno, ni a resortera llegamos—, pues ya no hablar de superhéroes, lo que nos deja con una gran incógnita en medio del nuevo revuelo que envuelve a la SCJN.

 

Como se habrán enterado ya, los senadores emanados del terruño del Benemérito de las Américas han propuesto una iniciativa ante la Comisión Permanente para acabar con el uso obligatorio de la toga en las audiencias de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, bajo el argumento de que la época del máximo tribunal debe comenzar sin los símbolos de lejanía y elitismo que lo caracterizaron.

 

Bajo esta iniciativa promovida por el senador Antonino Morales, quien basa su argumento en que los jueces y magistrados "deben vestir la indumentaria de nuestra gente, la gente sencilla, la gente trabajadora del campo y de la ciudad, la gente de nuestro pueblo", tras realizar un análisis retrospectivo que involucra nuestras raíces culturales desde lo más contemporáneo del siglo XX a la fecha, encontré finalmente el vestuario ideal en la figura de uno de los personajes más queridos de nuestro país. Resumiendo en su imagen las características listadas por el flamante senador, sería Cantinflas.

 

Imaginemos a jueces y magistrados vestidos de manera sencilla, con una gabardina en lugar de toga. Pero para que no recaiga todo el peso de la ley en la figura del juez, la medida exacta de tela empleada por el mimo de México le viene perfecta. La playera manga larga da un aire formal, y para evitar un mal aire las mangas largas resuelven el problema, el pantalón holgado y con parche viene bien con una política de austeridad, donde no se derrocha nada. Y el gorrito mejor no, ya ven que para los mexicanos el gorro vale… no, perdón, quise decir vale gorro.

 

¿Burla? No. Como diría Clavillazo: "¡Nunca me hagan eso!". No es burla, es aportación sincera basada en las características listadas, ni más ni menos. Lo que sí es un hecho es que las ocurrencias e iniciativas de los nuevos representantes del pueblo ponen de manifiesto que ocupar un cargo público, más allá de los votos, implica desempeñar el cargo con eficacia y profesionalismo, haciendo uso de capacidades, conocimiento y preparación.

 

El efecto halo: la clave del protocolo judicial

El efecto halo es fundamental en este tema, donde aplicamos una máxima de imagen pública: imagen es percepción. Este efecto, en el contexto del uniforme de autoridades, se refiere a la tendencia de percibir a una persona con autoridad como poseedora de otras cualidades positivas, simplemente por su uniforme o apariencia asociada al cargo. Este sesgo cognitivo puede llevar a que se asuman ciertas características de liderazgo, competencia o incluso integridad, basadas únicamente en la vestimenta o presentación formal.

 

Si trasladamos el efecto halo al asunto donde "brillantemente" los senadores de Oaxaca Laura Estrada Mauro, Luis Alfonso Silva Romo y Antonino Morales Toledo han escarchado sus ideas de brillitos purpurinos, donde las togas negras deben irse, es importante señalar que las togas transmiten confianza, respeto, poder y autoridad.

 

Un juez con toga es percibido como sabio y objetivo, independientemente de su real imparcialidad y experiencia jurídica. Esta percepción no es casualidad: es el resultado de siglos de construcción simbólica del poder judicial.

 

A lo largo de los años, los hechos ponen de manifiesto que jueces y magistrados atienden casos de diversos niveles de complejidad y que la imagen que proyectan debe emitir autoridad, poder de decisión y capacidad de dar solución al caso, además de transmitir que son profesionales capacitados y con la integridad requerida para el asunto que se les confía. Ese es el efecto halo de las togas, tan necesario en estos días como en antaño.

 

La democratización del protocolo: ¿hacia dónde vamos?

Pero supongamos que la propuesta de los senadores tiene luz verde… y ha llegado el momento de cantarle las golondrinas a las togas negras.

 

Como cada juzgador podrá vestir como crea más conveniente, la propuesta abre un abanico de posibilidades vestimentarias que van desde lo folklórico hasta lo contemporáneo, porque la iniciativa es clara: "deberán vestir de manera formal o tradicional, acorde con sus orígenes, costumbres y preferencias". En un país tan diverso como México, esto podría resultar en una heterogeneidad visual que diluya completamente la solemnidad del máximo tribunal.

 

El verdadero problema: forma versus fondo

Lo que los impulsores de esta propuesta no acaban de entender es que la cercanía con la ciudadanía no se logra cambiando el artículo 4º de la Ley Orgánica del Poder Judicial, que implica quitar la toga, sino cambiando la actitud y la mentalidad. No se requiere un cambio de forma, sino de fondo.

 

De nada nos servirá un juez vestido igual que un campesino o que el máximo representante de los pueblos indígenas, si su trato es despótico, tosco, si emana en ellos la arrogancia característica de muchos otros cargos públicos.

 

El hábito no hace al monje, pero el efecto halo que este emite tiene un significado comunicacional que no podemos ignorar con un simple cambio de vestuario. La ciudadanía necesita creer en sus instituciones, y parte de esa credibilidad se construye también a través de los símbolos.

 

La imagen de los jueces y magistrados por sí sola no garantiza respeto —debería—, pero tampoco funciona como si fueran iguales con el ciudadano común, porque institucionalmente no lo son. Su investidura requiere de elementos que refuercen su autoridad moral y legal.

 

El circo mediático y sus consecuencias

Lamentablemente, el nuevo circo ha sido trasladado de las carpas a las cámaras del poder legislativo, haciendo escala en la SCJN. ¿Ahora qué sigue? ¿Modernizar la imagen de Juárez poniéndole un copete al estilo Jimmy Neutrón?

 

Mejor sería establecer requisitos más rigurosos que demuestren las capacidades intelectuales, preparación académica, acervo cultural y experiencia profesional a los candidatos a cargos públicos, y dejemos de hacer perder el dinero de la nación y el tiempo en frivolidades.

 

Porque la justicia no se viste, se ejerce… y eso es lo que más escasea en nuestro país.