Todos nos equivocamos. Y tenemos el derecho a tener una segunda oportunidad. Pero para algunos la disculpa se ha vuelto un hábito. Y esto conlleva una conducta tóxica. Pues su uso nos lleva a la puerta falsa. Sé puede incurrir en faltas, total, luego hay la posibilidad de disculparse y asunto arreglado.
Este tipo de situaciones las describo como la cultura de la disculpa. Y este modus vivendi, nos resta consciencia y responsabilidad de nuestras acciones. Incluso hay quienes abusan del método. No quiero restar peso a las disculpas que son sinceras, bien pensadas y sentidas. A esas que se dan de forma relevante y pensadas. Hoy estoy hablando de las disculpas que arrasan y arrastran. Esas donde el protagonista resta responsabilidad a su actuar egoísta, en donde solo se piensa en sí mismo, y luego se quiere rectificar o incluso, mediante la disculpa se quiere convencer al otro que haber actuado como lo hizo, era lo mejor y que no podía desaprovechar la oportunidad y por ello, hay que otorgarle entendimiento y sopesar. Para que una disculpa sea sincera, se supone que debe tener tres objetivos: arrepentimiento ante lo sucedido, reconocimiento de la responsabilidad e intención de reparar el daño. Si usted no detecta ninguno de los tres, no detenga su camino y deje atrás al espécimen que quiere tomarlo como víctima de su hecho.
En el ámbito administrativo y hay que ser muy cuidadoso y no caer en esta cultura. Pues esto llevaría a un caos constante e infinito. Si usted quiere algún día llegar a ser un buen líder jamás debería plantearse la posibilidad de la disculpa después de un acto que usted mismo sabe que hizo con toda la voluntad de ganar. Y es que el buen líder siempre debe inspirar confianza, y no es de confiar alguien que mediante el recurso de disculpase y pasar la página, incurre en errores garrafales.
Ojo, no hay que confundir la disculpa con el pedir perdón, son cosas diferentes, del perdón hemos hablado en otras entregas en otras semanas, y es un tema mucho más profundo. Hoy estoy acercando, el hecho superficial de querer remediar fácilmente lo que hacemos a nuestro favor, y hacer creer al prójimo que en su bondad entenderá que necesitaba actuar como lo hizo y que se lamenta.
Ojo porque hay mucho alacrán manipulador, que cree que sus “pequeñeces” siempre pueden ser remediadas y olvidadas fácilmente. Y ojo también, esta no es una posición soberbia, no estoy incitando a la altivez, no, estoy incentivando al respeto mutuo y real. En donde, si alguien no sabe detenerse y actúa en ventaja y desde una posición individualista, hay que dejarlo seguir su camino, para que tenga todo el tiempo y recurso para hacer lo que le plazca y nosotros, también todo el espacio para construir sin ellos, sin dramas. El que se disculpa una vez y obtiene lo que desea, siempre estará preparando la siguiente, total, ya conoció el camino y podrá ir y venir cuantas veces se le permita. Nos leemos la próxima semana.
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