Opinión

Los sapos

Por Claudia Viveros Lorenzo


Esta semana les comparto un cuento muy sabio sobre las relaciones tóxicas encontrado en la red:

Érase una vez una niña. Era muy feliz y le encantaba perseguir las mariposas, corriendo por los hermosos campos verdes donde vivía. Un día soleado ella, como de costumbre, iba detrás de una mariposa azul, cuando, de repente, se topó con un sapo enorme lleno de verrugas.

¡Qué asco! -exclamó la niña, tapándose la boca.

-Es posible que te dé asco, pero soy un principe encantado.

NO puede ser -dijo la niña incrédula.

-Es verdad afirmó el sapo-. Una bruja me lanzó un hechizo. En realidad soy un principe muy guapo, apuesto y rico. Si rompes el hechizo, me casaré contigo y viviremos felices. Cada día te llevaré en brazos y te regalaré flores y joyas...

-¿Cómo puedo romper el hechizo?-preguntó la niña.

-No será fácil. Me tienes que llevar a tu casa, cuidarme, darme de comer, dormir conmigo en tu camita, darme muchos besitos, sacarme a pasear, hasta que un día te despiertes y veas que me he convertido en un príncipe. Entonces tu vida será como un cuento de hadas.

La niña escuchaba al sapo y ya no veía su piel llena de verrugas, sus ojos saltones y su boca babosa, solo veía a un joven guapo y apuesto, con cabello moreno y ojos verdes, también se veía a sí misma a su lado con un vestido blanco majestuoso, bailando en un castillo grande y lujoso.

Reprimiendo el asco, la niña llevó al sapo a su casa. A partir de aquel día su vida cambió por completo. Dejó de ir al campo para perseguir las mariposas, dejó de cantar y pasársela bien. Solo cuidaba al sapo que resultó ser muy caprichoso; le pedía cruasanes para desayunar, spaghetti con salsa bechamel para comer y ensaladas exóticas para cenar.

Dormía en la cama de la niña, dejando sus babas asquerosas por toda la sábana. La niña no paraba de fregar, cocinar y lavar la ropa de cama. No tenía tiempo para cuidarse; ya no se ponía vestidos bonitos, ni hacía peinados con lazos de colores.

Pasaron tres años y el sapo seguía siendo asqueroso; no se convertía en un príncipe azul.

A veces la niña lo miraba y le entraban ganas de echarlo a la calle para vivir como antes, pero luego empezaba a dudar y tenía miedo de equivocarse. «¿Y si falta poco?» «¿Y si mañana se despierta y el sapo se ha convertido en un príncipe con ojos verdes? Y otra aprovecha lo que yo hice? Y si no encuentro a otro príncipe y me quedo sola?

Pasaron meses. Ya nadie la podía reconocer. Estaba hecha un desastre. El sapo se hizo dueño de la casa y la niña se convirtió en su sirvienta.

Un día el sapo le gritó a la niña por haberle traído tarde su comida. Ella empezó a llorar y se fue de casa. Por el camino se encontró con un pajarito.

¿Por qué estás llorando?-le preguntó el pajarito.

-Un sapo repugnante y asqueroso vive en mi casa. Cada día limpio sus babas, le cocino y le cuido; estoy muy

cansada y no quiero seguir haciéndolo.

-¿De quién es la casa?-preguntó el pajarito.

-Es mía -respondió la niña, secándose las lágrimas.

-¿Y quién te trajo el sapo?

-Lo hice yo.

-¿Por qué?

-Porque me prometió que si lo cuidaba, se convertiría en un príncipe y se casaría conmigo, pero han pasado años y nada ha cambiado.

-¿Por qué no le echas de casa?

-¿Y si es verdad? ¿Y si ya queda poco para que ocurra el milagro? Me he esforzado muchísimo y me sabrá muy mal si lo dejo y se convierte en un príncipe.

-¿Y si pasas toda tu vida cuidándolo y jamás se convierte en príncipe?

-Ojalá lo supiera con seguridad -dijo la niña desesperada.

De repente sus ojos se llenaron de esperanza:

Podría ir a ver a la bruja que vive en el bosque. Es vieja y sabia, seguro que me dirá si el sapo se convertirá en un príncipe o no. Se puso muy contenta y se fue a ver a la bruja.

-Me gustaría saber si el sapo que vive en mi casa es un príncipe encantado.

La bruja miró su bola de cristal y dijo:

-Es solo un sapo repugnante y jamás será un príncipe.

La niña se puso muy triste y decepcionada.

«La bruja puede equivocarse. ¿Qué sabe esta vieja sobre los príncipes? Voy a ver a una hechicera», pensó la niña. La hechicera vivía en un castillo bonito con tres torres altas.

-Estoy tan cansada del sapo, pero me da miedo de que si lo echo de casa, perderé mi oportunidad de casarme con un príncipe.

La hechicera empezó a hacer sus rituales mágicos y al día siguiente le dijo:

-Es solo un sapo. Nunca será un príncipe. Es mejor que lo lleves al campo.

La niña escuchó a la hechicera y se marchó. Estaba furiosa:

-¡Me tienen envidia! -exclamó enfadada. Claro, ¿quién no querría casarse con un verdadero príncipe? Estoy segura de que todos mis sacrificios no han sido en vano.

Y la niña volvió con el sapo. Tuvo que escuchar muchas palabras desagradables por haberse marchado. Limpió la casa de la baba del sapo, le preparó la cena, le baño y le acostó.

El sapo se durmió contento. La niña, se acostó en la cocina, en una colchoneta pequeña e incómoda. Antes de dormir, como de costumbre, soñaba con casarse con un príncipe, con tener muchos hijos y un jardín lleno de flores. Se durmió y tuvo un sueño: iba por un bosque y vio su casa que estaba a punto de derrumbarse. En el patio estaba sentada una anciana que parecía una bruja malvada. La anciana llamó a la niña y le dijo:

-¿Me reconoces?

-No, nunca te he visto antes contestó la niña muy asustada. Yo soy tú en el futuro. Todo el mundo me decía que era un simple sapo, pero estaba cegada por el deseo de casarme con un príncipe. Pasaron muchas años y el maldito sapo asqueroso murió ayer. Lloré mucho por todos los años perdidos, por haberme convertido en una bruja vieja y amargada que nunca más pudo perseguir las mariposas, lloré por un príncipe con el que jamás me casaría.

-Mírame, mírame, soy tu futuro.

-No, no, -gritó la niña asustada.

-No me dejas dormir -oyó la voz del sapo. La niña abrió los ojos y vio al sapo en el suelo.

-Llévame a la camita y cállate-le ordenó el sapo. La niña recordó las palabras de la bruja del bosque y de la hechicera: «Es sólo un sapo».

Se levantó, le agarró fuerte y se acercó a la puerta. El sapo sintió el peligro.

-Eh, tú, ¿a dónde me llevas?

La niña abrió la puerta de par en par y tiró al sapo lo más lejos que pudo.

-¡Fuera! Y no vuelvas nunca más. No te voy a cuidar y acostarte en mi camita. Es mi casa y voy hacer lo que me dé la gana. Volveré a correr por el campo, perseguir las mariposas y disfrutar de la vida. Ya no creo en tus falsas promesas. Eres un simple sapo repugnante y asqueroso. Cerró la puerta y sonrió por primera vez en muchos meses.

Es un cuento con un mensaje muy profundo que nos enseña que no tenemos que aguantar humillaciones, malos tratos y desprecios a cambio de falsas promesas que nos dan nuestras parejas sean del género que sean. Nadie nos puede hacer felices, ni tampoco hacer que nuestra vida sea un cuento de hadas. La única persona que es capaz de crear una vida de ensueño, eres tú, cariño. Confía en ti, mímate, cuídate y jamás permitas que tu felicidad y alegría dependa de un "sapo".

 

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