Opinión

Bardo, la catarsis de González Iñarritu

Por Artillero / Moisés Hernández Yoldi

Iñárritu no se guarda nada, se da tiempo de compartir intimidades: su padre, su madre, sus hermanos, su esposa, sus hijos, sus amigos, sus admiradores, sus detractores.


Alcanzar el éxito es la ilusión, la meta y en muchas ocasiones la obsesión de muchos, y aunque el éxito es un concepto complejo y relativo, en la cultura de occidente está intimidante relacionado con el dinero, el poder y la fama.

El éxito según la narrativa impuesta y educada en nuestra sociedad, es producto de esfuerzo, trabajo, sacrificio, talento, disciplina y persistencia, aunque en nuestra sociedad clasista y meritocrática no siempre se llegue a él a través de esa vía, sino de atajos, favores, herencias, acuerdos, pactos y actos deshonestos.

El cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu es sin duda un ejemplo de éxito, un éxito legítimo, logrado este sí, con talento, trabajo, persistencia y disciplina.

Su ópera prima “Amores perros” (2000) fue la llegada de un director con un talento poco convencional para contar historias. Iñárritu sorprendió al mundo del cine con una narrativa múltiple simultanea que atrapó a los espectadores y sedujo a la crítica.

Su técnica narrativa se fue perfeccionando en sus películas “21 gramos” (2003) y “Babel” (2006), su madurez y obsesión por la estética visual quedó de manifiesto con “El Renacido” (2015), aunque -en mi opinión- su apoteosis la alcanzó con “Birdman” (2014), la historia de un actor en plena decadencia que intenta desesperadamente llegar al final de su vida con un poco de dignidad.

Lo que verán ahora con “Bardo”, es la catarsis de un hombre que luego de alcanzar el éxito profesional y obtener el reconocimiento global de Hollywood, Cannes y otros muchos festivales, pareciera cargar con un sentimiento de culpa (???) que expresa a través de un auto reproche constante.

En Bardo, Iñárritu se dio todas las libertades para tratar diversos temas, desde su visión crítica de los medios, la sociedad, su doble moral y su indiferencia, la política, la iglesia, el ejército, la violencia, el narco, la corrupción, el nacionalismo, la discriminación, el globalismo, la manipulación, y un largo etcétera, todo contado desde la perspectiva de Silverio Gama (Daniel Jiménez Cacho), un periodista-documentalista que alcanza el éxito en el extranjero y que regresa a México para reencontrase con su origen.

Iñárritu no se guarda nada, se da tiempo de compartir intimidades: su padre, su madre, sus hermanos, su esposa, sus hijos, sus amigos, sus admiradores, sus detractores.

Incluye fuertes críticas al sistema del que él forma parte, eso se lo auto reprocha una y otra vez a lo largo de la película.

Su humor mexicano está intacto, aunque es evidente que está impregnado por un humor “americano” luego de tantos años de vivir en el “american style”.

Reprocha el trato al migrante, pero vive en la comodidad del sistema “gringo”.

En la parte política ideológica dispara a quemarropa pero de manera sutil, tan sutil que termina siendo brillante, las referencias a la Iglesia y al Ejército son brutales y devastadoras.

La narrativa de la película es compleja y por momentos confusa, no apta para distraídos o personas que requieren explicaciones lineales.

Logra fotografías maravillosas, la estética se ha convertido en una una obsesión en sus películas, el sonido es parte esencial en cada escena, el sonido de “las cosas”, la instrumentación exacta en el momento preciso, en ese tema lo más espectacular son “los sonidos del silencio” que logra en ciertas secuencias.

Hay escenas memorables donde hace alarde de la depurada técnica que ha desarrollado y perfeccionado. Destaco 5 momentos del film:

1.- Entrevista al narco en la cárcel (escalofriante y perturbador).

2.- Secuencia en el salón California (Maravillosa).

3.- Escena en el zócalo, encuentro con Hernán Cortés, el drama de la identidad.

4.- Secuencia de los migrantes (drama, realidad, brutal).

5.- Desaparecidas, puede sentirse el dolor y la indignación. Le bastaron 5 segundos de referencia visual para desnudar a la Iglesia y al Ejército. “No están muertas, están desaparecidas”

Recomiendo ver la película en una sala de cine para apreciar en toda su dimensión y magnitud la obra de G. Iñárritu.

PD Esta no es una crítica cinematográfica, no tengo el conocimiento para ello, es un artículo de análisis y opinión desde mi perfil y experiencia como comunicólogo y periodista.