Opinión

El desprecio a la democracia

Por Artillero / Moisés Hernández Yoldi


Este domingo se efectuará el referéndum de revocación de mandato, un ejercicio democrático de participación directa inédito en la historia moderna de México.
 
El referéndum debería ser un avance en la construcción de la incipiente democracia de nuestro país, sin embargo se ha convertido en un intento fallido y frustrado, producto de la mezquindad con la que actúa la clase política y la polarización y encono que imperan en la vida pública.
 
Quienes defendemos la democracia como forma de gobierno, reconocemos que es un modelo perfectible y que depende de múltiples factores para su buen funcionamiento, particularmente de la voluntad y empeño de los protagonistas políticos y sociales.
 
El discurso liberal democrático sostiene que la democracia es el peor sistema de gobierno existente, excepto todos los demás.
 
La democracia puede tener muchos defectos, pero comparada con otras formas de gobierno, resulta ser la menos perniciosa… al menos hasta ahora.
 
El problema en México es el uso que le hemos dado a la democracia, sus preceptos se distorsionan al someterla a los intereses de las minorías, cuando por definición, la democracia es exactamente lo contrario, es el poder de las mayorías, y eso termina incomodando aquellos que se dicen demócratas, pero que en realidad desprecian y temen al poder de las masas.
 
Hace 2,400 años, Platón advertía que uno de los riesgos de la democracia, se encuentra en cómo evitar que se convierta en un sistema de mercaderías retóricas y de comercio de las opiniones.
Tanto Platón como Aristóteles vieron con acierto que un sistema en el que todos podemos ser elegidos, abre la posibilidad de que una persona que no es capaz de distinguir entre su opinión personal (tanto en contenido como en grado de certeza), y la verdad (comprensión de las causas fundamentales de la realidad histórica), constituía un verdadero peligro para la República.
 
La llegada y ascenso al poder de López Obrador ha puesto en jaque a las elites en México, su forma de gobernar, su discurso populista dirigido a las masas y su obsesión por construir un nuevo régimen que atenta contra los intereses de las élites políticas y económicas, han provocado un escenario de encono y polarización.
López Obrador llegó al poder por la vía democrática, es decir, por la voluntad de las mayorías (30 millones de votantes), eso ha incomodado a las minorías, quienes no terminan de aceptar esta realidad. En respuesta, intentan dinamitar a este gobierno por todas las vías, hasta ahora sin éxito.
 
El referéndum de revocación de mandato era una gran oportunidad para mostrar en las urnas el repudio y rechazo hacia las políticas de este gobierno, pero la oposición decidió no participar y optó por el boicot, llamando a no votar.
 
La realidad es que la oposición no tiene la fuerza popular para enfrentar a AMLO, a pesar de los malos resultados de su gobierno, López Obrador goza de una aceptación y popularidad que sus adversarios no entienden ni aceptan.
 
En ese escenario, quienes creemos en los valores y virtudes de la democracia, vemos con tristeza como un ejercicio que debería abonar al fortalecimiento de la participación ciudadana, ha sido viciado, distorsionado y boicoteado desde su origen.
 
Unos y otros se han encargado de dinamitar el referéndum, los responsables de este desastre tienen nombre, por un lado los funcionarios públicos y actores políticos en el gobierno, quienes han violentado la ley de manera burda, cínica y descarada una y otra vez, por otro, una oposición torpe, sin autoridad moral y sometida a los intereses de la élite, y que rehuyen a las reglas de la democracia; y finalmente por un árbitro (INE) que abiertamente ha tomado partido, abandonando la imparcialidad que su posición obliga.
 
En estas lamentables circunstancias, lo que debió ser un gran ejercicio democrático de participación directa, terminó siendo un bodrio de la política mexicana.