El descarrilamiento del Tren Interoceánico en el Istmo de Tehuantepec dejó hasta el momento 13 personas fallecidas y decenas de heridas, en una de las tragedias ferroviarias más graves registradas en la región desde la inauguración de la Línea Z en 2023. El accidente ocurrió en la zona de Nisanda, cuando uno de los cuatro vagones de pasajeros cayó desde una altura aproximada de seis metros.
En su reporte a XEU, la periodista Connie Baigorria, al momento se mantiene un amplio operativo de atención y rescate, con presencia de autoridades federales y personal del sector salud en hospitales del sistema IMSS-Bienestar, particularmente en el puerto de Salina Cruz. Elementos de la Marina y otras corporaciones continúan trabajando en la zona siniestrada para retirar el último vagón afectado y descartar que existan más víctimas.
El tren transportaba a más de 279 pasajeros cuando ocurrió el descarrilamiento. Las autoridades no han confirmado si hay personas desaparecidas, ya que hasta ahora no se han difundido listas oficiales con los nombres de las personas fallecidas ni de quienes permanecen hospitalizadas. Familiares y directivos de hospitales tampoco han emitido declaraciones, lo que ha generado un clima de hermetismo e incertidumbre.
La presidenta Claudia Sheinbaum anunció que se trasladaría al Istmo de Tehuantepec para dar seguimiento a la tragedia, mientras se espera que defina si visitará hospitales o sostendrá reuniones privadas con autoridades portuarias. Por su parte, la Fiscalía General de la República informó que ya cuenta con los elementos necesarios para iniciar la investigación, incluido el resguardo de una “caja negra”, con el objetivo de esclarecer las causas del accidente.
El accidente reavivó cuestionamientos que desde hace meses habían sido planteados por organizaciones sociales y habitantes del Istmo, quienes advertían sobre posibles deficiencias en la infraestructura ferroviaria, la calidad de los balastros y las condiciones generales de la Línea Z.
Connie Baigorria señaló que, durante 2025, ya se habían registrado incidentes menores en operaciones de carga del Tren Interoceánico, aunque ninguno con consecuencias comparables a la tragedia actual. Usuarios y pobladores habían denunciado fallas recurrentes, como locomotoras que arrastraban vehículos, plumas ferroviarias que no funcionan y vías ubicadas muy cerca de zonas habitacionales en Salina Cruz.
También se ha puesto bajo escrutinio el hecho de que los vagones de pasajeros fueron adquiridos de segunda mano en Estados Unidos, sin que se haya informado con claridad si fueron renovados o si cumplen con los estándares de seguridad requeridos. Hasta el momento, las autoridades no han precisado si las vías fueron construidas completamente nuevas o solo rehabilitadas.
El descarrilamiento ocurre apenas semanas después de que la presidenta inaugurara la segunda etapa del Corredor Interoceánico, que conecta con el estado de Chiapas, lo que ha incrementado la exigencia ciudadana de mayor transparencia y rendición de cuentas sobre el estado real de la red ferroviaria, no solo en Oaxaca, sino también en Veracruz y otras entidades involucradas.
Mientras la información oficial se actualiza minuto a minuto, persiste la preocupación de que el número de víctimas fatales pueda aumentar. La tragedia ha dejado en evidencia una profunda desconfianza social y la urgencia de esclarecer si el accidente fue consecuencia de fallas técnicas, omisiones en el mantenimiento o deficiencias estructurales del proyecto.