Tulum, Quintana Roo, durante años fue la joya bohemia del Caribe mexicano. Un paraíso que combinaba playas vírgenes, ruinas mayas, cenotes cristalinos y un aire de espiritualidad eco-chic que atrajo a celebridades, influencers y viajeros de todo el mundo. Sin embargo, hoy sus calles lucen vacías, sus playas desiertas y sus hoteles a media capacidad. ¿Qué pasó con el paraíso? ¿Por qué el turismo, nacional e internacional, parece haberle dado la espalda?
La respuesta no es única, pero sí clara: Tulum se volvió víctima de sus propios excesos.
1. Precios desproporcionados y elitismo
Uno de los factores más señalados por turistas y habitantes es el encarecimiento desmedido de la experiencia Tulum. Lo que antes era un destino accesible y relajado se transformó en una burbuja de lujo con precios que rivalizan con destinos europeos o asiáticos.
Este modelo excluyente no solo alejó al turismo nacional, históricamente el sostén del destino en temporada baja, sino también a turistas internacionales que comenzaron a percibir Tulum como un lugar caro, elitista y poco auténtico.
2. Mala atención al visitante mexicano
Durante años, muchos visitantes mexicanos denunciaron un trato discriminatorio o indiferente por parte de algunos prestadores de servicios, quienes priorizaban al turista extranjero. Hoy, con las playas vacías y los vuelos a medio llenar, comerciantes locales han salido a pedir disculpas públicas, reconociendo el error.
“Les pedimos disculpas por tratarlos mal todo este tiempo…”, dice uno de los comunicados difundidos por redes sociales, en un intento por reconectar con ese visitante que alguna vez llenó hoteles en puentes y vacaciones.
3. Saturación, gentrificación y colapso urbano
El boom inmobiliario en Tulum generó una explosión de hoteles, condominios y villas de lujo, muchas operando sin regulación ni planeación urbana. El resultado: sobreoferta de alojamiento, colapso en servicios públicos y desigualdad social creciente.
Mientras la zona hotelera se llenó de spas y clubes exclusivos, muchas familias locales viven en colonias con problemas de agua, luz y transporte. Esa contradicción ha afectado la convivencia y ha contribuido a una percepción negativa del destino.
4. Inseguridad y violencia
El asesinato del secretario de Seguridad municipal en marzo pasado y las investigaciones abiertas contra el sindicato de taxistas —ya vinculado antes con hechos violentos— han aumentado la percepción de inseguridad. Aunque Tulum no es el único destino con estos problemas, su fama de ser un lugar pacífico y espiritual se ha visto profundamente dañada.
5. Sargazo y deterioro ambiental
Entre abril y octubre, las costas de Tulum se ven invadidas por el sargazo. Este año, las autoridades reportan la recolección de más de 84 mil toneladas. Esta macroalga, que afecta el color, el olor y la limpieza de las playas, ha sido una razón adicional para que los turistas opten por otros destinos.
La pérdida del entorno natural, combinado con un crecimiento mal regulado, ha hecho que Tulum deje de parecerse al paraíso que prometía.
6. Un aeropuerto que no salvó la situación
La apertura del Aeropuerto Internacional de Tulum en 2023 generó expectativas de mayor conectividad y flujo turístico. Sin embargo, en la práctica, los vuelos han disminuido entre 30 y 40% en los últimos meses. La infraestructura llegó tarde a un destino ya desgastado por sus propias contradicciones.
7. El despertar en redes sociales
Finalmente, las redes sociales han amplificado la crisis. Videos virales muestran playas vacías, calles desiertas, locales cerrados y precios desmedidos. Testimonios de turistas que se sienten estafados o rechazados han construido una narrativa de declive que ha sido difícil de revertir.
“Ya ni el mar sabe qué le pasó a Tulum”, comentan usuarios en TikTok.
¿Tulum tiene salvación?
Sí, pero no sin cambios profundos. Tulum necesita recuperar su esencia: accesibilidad, inclusión, respeto por el entorno y conexión con la comunidad local. La magia no se perdió, pero está enterrada bajo capas de precios excesivos, malos tratos y un modelo turístico que dejó de ser sostenible.
Mientras tanto, el turismo ya habló: no basta con playas bonitas si la experiencia es hostil o injusta. Y en Tulum, ese mensaje retumba con más fuerza que nunca.