Casi 3.700 millones de personas no tienen acceso a una dieta saludable, salarios dignos o un entorno limpio; además, la producción de alimentos contribuye de forma significativa a la degradación medioambiental. Sin embargo existen objetivos claros y basados en la ciencia para un futuro alimentario sostenible, saludable y justo.
La Comisión EAT-Lancet, un grupo multidisciplinar de expertos, ha publicado un estudio en el que reflexiona sobre los sistemas de producción de alimentos y propone alternativas, que en gran parte pasan por la adopción de una dieta saludable para el planeta (PHD, por sus siglas en inglés).
Uno de los muchos motivos para adoptar ese patrón alimentario es que podría prevenir aproximadamente 15 millones de muertes prematuras al año y reducir en gran medida los riesgos de enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2, las patologías cardiovasculares, neurodegenerativas y el cáncer.
Además, reduce considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero, el uso de la tierra y el agua y la contaminación por nutrientes.
El sistema alimentario mundial contribuye al 30 % de las emisiones de gases invernadero y es "el principal factor" que impulsa las transgresiones de los límites planetarios a través de sus impactos en el clima, la biodiversidad, el consumo de agua dulce y el cambio en el uso de la tierra.
Los sistemas alimentarios mundiales se enfrentan a complejos retos y, para abordarlos de manera eficaz, los expertos enumeran ocho soluciones que promueven la salud, la sostenibilidad medioambiental y la equidad social.
Entre ellas, fomentar patrones alimentarios acordes con la PHD, promoviendo las dietas tradicionales saludables y culturalmente apropiadas.
Además, hay que favorecer prácticas agrícolas que aumenten la productividad y minimicen los impactos medioambientales negativos, así como proteger los hábitats naturales para preservar la biodiversidad.
Los expertos piden reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos, abordando las ineficiencias en la cadena de suministro alimentario para disminuir el uso innecesario de recursos y las emisiones.
Hay además que garantizar que los trabajadores de los sistemas alimentarios reciban una remuneración justa y trabajen en condiciones seguras, así como empoderar a los pequeños agricultores, los pueblos indígenas, las mujeres y otras comunidades marginadas para que participen en los procesos de toma de decisiones.
Por último, defienden implementar redes de seguridad social, acceso equitativo a los recursos y apoyo específico para aliviar la pobreza y reducir las disparidades en materia de seguridad alimentaria y nutrición.
El informe hace hincapié en la dieta saludable para el planeta, que se asocia con un riesgo un 27 % menor de muerte prematura. Esta se basa en el consumo de alimentos vegetales mínimamente procesados y una ingesta moderada de productos animales como la carne y los lácteos.
Además, "no es un enfoque único para todos", permite la diversidad cultural, las preferencias individuales y las necesidades en los diferente momentos de la vida, según Walter Willet, de la Universidad de Harvard y uno de los firmantes.
El informe destaca la disparidad en el impacto medioambiental de los patrones alimentarios actuales entre los diferentes grupos socioeconómicos. Las dietas del 30 % más rico de la población son responsables de aproximadamente el 70 % de la presión medioambiental total causada por los sistemas alimentarios.
"La equidad y la justicia no son opcionales, sino requisitos previos para unos sistemas alimentarios resilientes y sostenibles", afirmó Christina Hicks, de la Universidad de Lancaster.
Los investigadores modelaron diferentes escenarios sobre cómo podrían cambiar los sistemas alimentarios mundiales para 2050.
Uno de ellos contempla un cambio total a la PHD en combinación con políticas climáticas estrictas para reducir las emisiones en todos los sectores (no solo en los sistemas alimentarios).
En ese caso, las emisiones de gases de efecto invernadero podrían reducirse en más de la mitad, pasando de 7,35 gigatoneladas a 2,75 gigatoneladas de CO2, lo que equivale a eliminar las emisiones de todas las centrales eléctricas de carbón del mundo.
El escenario también prevé una reducción del 7 % en el uso de la tierra agrícola, lo que liberaría tierras para la restauración de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos.
El documento concluye que una inversión anual de entre 200.000 y 500.000 millones de dólares para transformar los sistemas alimentarios generará unos beneficios superiores a los 5 billones de dólares al año.
La Comisión destaca que una transformación exitosa requiere alianzas sólidas entre las instituciones públicas, las empresas y la sociedad civil, con cambios agrupados y cuidadosamente secuenciados para garantizar que las políticas se basen en la ciencia y sirvan al interés público.
Un marco alimentario flexible y rico en vegetales, esfuerzos para reducir a la mitad la pérdida y el desperdicio de alimentos, la implementación de prácticas agrícolas sostenibles y detener la conversión agrícola de ecosistemas intactos, puede traducirse en una mejora de la salud pública, restaurar la del planeta y proporcionar alimentos a las 9.600 millones de personas que se prevén para 2050.
Con información de EFE / Foto: Pexels