A partir de este domingo, iniciamos en la liturgia de la Iglesia católica un nuevo año litúrgico. Lo comenzamos con el tiempo que llamamos adviento. Se trata de un periodo de cuatro semanas que nos prepara para celebrar la venida del Señor y que se representa con el signo de la corona de adviento que muchas personas llevan a bendecir y colocan en sus hogares.
El adviento comprende tres dimensiones: En primer lugar se hace referencia a la venida histórica de Jesús (el misterio de la encarnación). En segundo lugar se refiere también a la venida escatológica, es decir, la segunda venida de Jesús que forma parte de nuestra profesión de fe, y por último el adviento también se refiere a la venida cotidiana, Dios se hace presente todos los días, es esto lo que nos lleva a la hermosa experiencia del encuentro con Dios.
Con la palabra adviento se expresa la presencia de Dios en nuestra historia. Aunque no podamos verlo o tocarlo como sucede con las realidades sensibles, Dios viene a visitarnos de múltiples maneras. Dios no se ha quedado allá en su Cielo, sino que se ha acercado a nosotros.
En este periodo del adviento, como preparación a la fiesta del nacimiento del Hijo de Dios, tomamos conciencia de que Dios entra en nuestro tiempo, haciéndose niño y recorriendo todas las etapas de la vida humana, para que toda nuestra existencia, espíritu, alma y cuerpo, sea elevada a las alturas de Dios.
Una de las verdades teológicas que debemos recordar siempre es que este acercamiento que Dios hace al mundo está movido por el amor de dios a la humanidad. Dios quiere que todos nos salvemos y por eso nos envía a su Hijo Jesús para que él nos muestre el camino que nos lleva a él. El evangelista San Juan lo expresa de esta manera. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio hijo para que el mundo tenga vida”. Tener vida significa recibir la salvación.
De ahí la importancia de que en este periodo del año litúrgico todos los que somos cristianos coloquemos el nacimiento. La representación de la navidad en los hogares, los lugares de trabajo o en los diferentes comercios nos ofrecerá la oportunidad de contemplar el misterio de la Navidad.
El hecho de que Dios viene a nuestra vida nos lleva también a reflexionar sobre el modo como cada uno lo quiere recibir. Es aquí donde adquiere vigencia el llamado del evangelio que escucharemos en estos días: Velen y estén preparados (MT 24, 37-44) y conviértanse porque ya está cerca el Reino de los Cielos ( Mt 3, 1-12).
¡Que la venida del Señor traiga la paz y la reconciliación y ahuyente las tinieblas de la violencia! ¡Que la llegada de Jesús traiga luz a todos los corazones que se han dejado seducir por las mentiras, el error y las ambiciones personales!
Pbro. José Manuel Suazo Reyes