Hemos llegado a una inédita degradación de la política. Me temo que de esto no va a emerger nada bueno para México. Nuestro primer desafío es preservar nuestra convivencia con orden. Desgraciadamente, aquello de “al diablo con sus instituciones”, no fue una inocua amenaza. Hoy es algo que se palpa, se transpira, nos agobia. Quien pretenda minimizarlo, se está fugando de la realidad.
Fui candidato en 2018 por el IV Distrito de Chiapas a la diputación federal; lo fui de nuevo en el VI Distrito por Tabasco en 2021. Sabía de las remotas posibilidades de éxito. Perdí. Ahora soy candidato por el XX Distrito local (Teapa y Tacotalpa). Creo que en el Congreso de Tabasco es donde puedo ser más útil. La necesidad de contrapesos y de voces críticas es una obligación ineludible. El contendiente de Morena es un subordinado de muchos años del candidato a la gubernatura. Hasta hace unas semanas, se desempeñaba como encargado del Programa Sembrando Vida en la zona que abarca ambos municipios. La maniobra es descaradamente evidente.
Una cápsula histórica: Efraín González Luna, en el Colegio Electoral de 1946, en la infructuosa defensa de su elección para ser legislador, expresó: “Hacen un flaco servicio a la Revolución mexicana quienes consideran que es disminuirla o negarla al cerrar las puertas de la representación popular a quienes no militan en sus filas”. Si se cambia “Revolución mexicana” por “Cuarta Transformación”, el reclamo tiene el peso de una verdad monumental.
Se atenta contra la ciudadanía cuando se le convoca a votar por todos los candidatos del partido en el poder. Equivale a decir: “No cotejen, no comparen, no piensen; acaten la consigna. Necesitamos todo para seguir demoliendo el Estado de derecho”.
En todas las democracias acontece. No seamos ingenuos, ni idealicemos un simple método para elegir personas encargadas de tomar decisiones desde el poder. Sin embargo, en nuestro caso la negociación con las cúpulas sociales implica concesiones ilícitas. Sí, el viejo PRI no es algo que añoremos, pero comparado con lo que actualmente acontece tenemos que concluir, para decirlo suavemente, que era menos inmoral.
Presumir que voy por las calles tocando puertas sería una mentira, no sería posible con las temperaturas que tenemos. He optado por hacer visitas domiciliarias y dialogar con la gente. Percibo una realidad lastimosa. Lo que sucede a ras de tierra, como suele decirse, es muy diferente a lo que piensa la clase política. Hay malestar, irritación, reclamo.
Todo se reduce al dinero. Soy un empedernido soñador, creo que una campaña se hace con suela, sudor y saliva. Pero cuando uno ve los costos que ya son uso y costumbre en cada etapa del proceso, la moral, como dijera mi paisano Francisco J. Santamaría, cae a la altura del betún. Los gastos del día de la elección son espeluznantes.
En el viejo PRI se hacían recorridos triunfales, no había duda de quién sería el triunfador, así que los costos resultaban menores a los actuales y eran sufragados por los tres órdenes de gobierno. Ruiz Cortines llegó a prohibir que se aceptaran aportaciones particulares, pues era obvio lo que eso implicaba. Desde hace cuatro décadas iniciaron las elecciones competidas y los costos se dispararon sin que funcionaran los controles y la vigilancia correspondiente.
En fin, estimado lector, no le abrumo más con mis congojas. “Seguimos continuando” en la brega de eternidad.
Una reflexión final: se dice que se suelta un tigre cuando las condiciones del desorden y la anarquía revisten alta peligrosidad o son el preludio de un estallamiento social, la utilizó Porfirio Díaz culpando a Madero. La repitió López Obrador en 2018 si no ganaba la elección y durante todo su sexenio se ha dedicado a alimentar a la fiera, a provocarla. Está suelta, muchas generaciones tardarán en atraparla. Dudo que tengan piedad para juzgarnos.