Opinión

La generación de la constitucionalidad

Por Juan José Rodríguez Prats

El concepto de generación ha sido muy estudiado


El bienestar de un pueblo se logra con la concatenación (“enlace de hechos, o de ideas que guardan entre sí una relación lógica de causa y efecto”) del quehacer político de las generaciones, verdaderas protagonistas de la historia.

El concepto de generación ha sido muy estudiado. Tal vez quien más lo abordó fue José Ortega y Gasset, partiendo de principios fundamentales para la construcción de la historia. Aludo a algunas de sus ideas.

1. El hombre constantemente hace mundo, forja horizonte.

2. Todo cambio del mundo, del horizonte, trae consigo un cambio en la estructura del drama vital. Los denomina “ideas de la época”, el espíritu del tiempo.

3. Define así la generación: “El conjunto de los que son coetáneos en un círculo de actual convivencia, es una generación”.

4. Externa una idea de ineludible cita: “La confusión va añeja a toda época de crisis. Porque en definitiva eso que llaman crisis no es sino el tránsito que el hombre hace de vivir prendido a unas cosas y apoyado en ellas a vivir prendido y apoyado en otras. El tránsito consiste, pues, en dos rudas operaciones: una, desprenderse de aquella ubre que amamantaba nuestra vida (no se olvide que nuestra vida vive siempre de una interpretación del universo) y otra, disponer su mente para agarrarse a la nueva ubre, esto es, irse habitualmente a otra perspectiva vital, ver otras cosas, atenerse a ellas”.

Todo sistema político-jurídico tiene un subsistema de adaptación a reformas. Ahí es donde desempeña un papel relevante, el pacto en lo fundamental. La constitución política de cada nación.

Las generaciones en México han sido estudiadas por diversos autores. A riesgo de omisiones menciono a los más relevantes: Daniel Cosío Villegas, Jesús Reyes Heroles, Gastón García Cantú, Luis González y González, Enrique Krauze y José Antonio Aguilar Rivera. Doy algunas arbitrarias pinceladas sobre algunas generaciones en nuestra historia.

Aunque México es independiente desde 1821, a mi juicio, alcanzó la conformación de Estado hasta 1867 con la Constitución de 1857, el fin del Imperio y el inicio de la República restaurada. La generación liberal dejó una profunda huella. Cosío Villegas califica a sus integrantes de gigantes rabiosamente independientes. Dejaron obra escrita y son autores del andamiaje jurídico vigente aún en muchos aspectos.

Porfirio Díaz llegó al poder con un grupo de militares, compañeros de batalla, pero, según algunos historiadores, a partir de su tercera reelección (diciembre de 1888), surge la generación denominada Los Científicos. No eran más de 50, pero tenían claro, como los liberales, qué hacer desde el poder. Positivistas, liberales, su lema fue “Orden y Progreso” y su objetivo, estabilidad en las finanzas públicas y apertura al capital extranjero.

La Revolución Mexicana fue un gran desorden ideológico. Mencionaría a la generación del Ateneo que refuta a los positivistas; la generación creadora de instituciones, los llamados Siete Sabios y la de Los Contemporáneos, que más bien fue un grupo de intelectuales y artistas de gran jerarquía.

Posteriormente, por una breve etapa, continuó la generación del nacionalismo revolucionario, la del desarrollo estabilizador, los populistas, los tecnócratas o neoliberales, el grupo Hiperión (estudiosos del mexicano) y la de la transición democrática. Mención aparte es la generación a la que pertenezco, la del 68, que desafortunadamente fue una “llamarada de petate”.

Hoy percibo una profunda brecha. Las nuevas generaciones me impresionan por su dominio de las nuevas tecnologías y su aversión a la lectura y al estudio de la historia. No leen poesía y tienen mucha prisa por hacer dinero. Sin embargo, aventuro una utopía: el arribo de la generación de la constitucionalidad, tema que merecerá, por mucho tiempo, algunas reflexiones.