Opinión

Jesús nos libera del mal

Por José Manuel Suazo Reyes

La autoridad de Jesús procede en primer lugar de que él es el Hijo de Dios


El evangelio que escucharemos este domingo (Mc 1, 21-28) nos habla de la Autoridad de Jesús. Esta autoridad se muestra mediante su enseñanza y por medio de la curación a un endemoniado. Jesús revela su autoridad mediante sus palabras y sus obras. En efecto el evangelista san Marcos señala lo siguiente “(Jesús) enseñaba como quien tiene autoridad”, Más adelante luego de la liberación de un hombre poseído se hace también este comentario “este hombre tiene autoridad para mandar a los espíritus inmundos y lo obedecen”.

El escenario de la narración que nos cuenta San Marcos es la Sinagoga de Cafarnaum. La sinagoga es un lugar de enseñanza judía y es precisamente donde Jesús toma la palabra e inaugura su ministerio. Por lo tanto, San Marcos nos presenta a Jesús como un maestro calificado porque “enseña como quien tiene autoridad”. Desde el principio de su ministerio público (Mc, 1,21) hasta el final de su vida (Mc 14, 49), Jesús se dedicará a enseñar, él será un auténtico Rabí.

La autoridad de Jesús procede en primer lugar de que él es el Hijo de Dios y es el Mesías prometido como nos lo indica San Marcos al principio de su obra (Mc 1, 1) en segundo lugar porque él ha sido ungido con el Espíritu Santo en el momento de su Bautismo. La divinidad de Jesús y la unción con el Espíritu Santo es el fundamento de su autoridad.

El evangelista además de mostrarnos a Jesús como un verdadero Maestro, lo presenta también como un exorcista, por ello luego de presentarnos a Jesús enseñando en la sinagoga nos cuenta también la escena de la liberación de un hombre poseído. Jesús por lo tanto tiene la autoridad para expulsar a los demonios; no sólo anuncia la llegada del Reino de Dios sino que lo muestra liberando a las personas de la presencia del mal.

Unos versos antes de esta narración, Jesús ha proclamado la llegada del Reino de Dios: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios ha llegado” (Mc 1, 15). Ahora con este signo de liberación muestra su total cumplimiento. En la sinagoga de Cafarnaum se demuestra lo que se ha anunciado previamente: el reino de Dios ya está en medio de nosotros y por ello es necesario liberar a las personas del poder del demonio.

En esta narración de liberación se muestran los cinco elementos de un exorcismo, a saber: el encuentro de Jesús con una persona endemoniada, la descripción de los efectos de la posesión, el exorcismo, la expulsión del demonio y la impresión causada en los ahí presentes.

Es importante notar cómo el mismo espíritu inmundo desde el principio revela su fracaso: “has venido a destruirnos” y reconoce y confiesa que Jesús es el santo de Dios. Con este título el espíritu maligno ve en Jesús un profeta a quien el Espíritu de Dios ha ungido para una misión de liberación (Cfr Is 61, 1), misión que continúa hasta el día de hoy. Por lo tanto con la llegada de Jesús llegó también el momento de liberación de todo lo que destruye a la persona.

Este primer milagro proclama que el poder del demonio ha llegado a su fin. El hijo de Dios ha venido para liberarnos de las fuerzas del mal. Basta una palabra suya para que el demonio salga y abandone a quien ha poseído. Las acciones de Jesús son un anuncio de que el reino de Dios ha llegado. Por medio de Jesús Dios destruye el poder del demonio, de la enfermedad y de la muerte.