El senador Ricardo Monreal acusa que Andrés “Andy” López Beltrán es víctima de violencia vicaria y sicaria en un artículo en el cual se solidariza con el secretario general del Morena e hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador.
A continuación el texto:
La violencia vicaria es una de la más crueles expresiones de agresión contra una persona, pero la violencia sicaria busca saciar un instinto primario y básico de venganza. En estos días, Andrés López Beltrán ha padecido estas; nuestra solidaridad con él. De ello escribo en este artículo, que te recomiendo.
Si la violencia vicaria es aquella que se ejerce contra las y los descendientes consaguíneos en línea directa de una persona a la que se busca causar un daño (es decir, sobre sus hijas o hijos), la violencia política vicaria sería aquella que se ejerce contra las y los descendientes directos de una persona que está o estuvo en el ejercicio de un cargo público relevante, como el de Presidente de la República.
Los ataques y cuestionamientos que en estos días se están ejerciendo contra Andrés Manuel López Beltrán, Secretario de Organización de MORENA, por los supuestos “malos resultados” en la elección judicial y en los comicios locales concurrentes en Durango y Veracruz, en realidad son el pretexto circunstancial que la oposición anti-4T ha encontrado para atacar a Andrés Manuel López Obrador.
Ante la imposibilidad física y política de seguir cuestionando a quien de manera material, concreta y real se ausentó de la vida pública de México (con la única aparición momentánea y coyuntural del domingo de las elecciones judiciales), la oposición antilopezobradorista ha dirigido sus baterías contra el vástago del expresidente que es más visible, está más vigente en la vida pública y quien además tiene los mismos nombres de pila y apellido paterno que su progenitor.
También está la violencia sicaria, que con la violencia vicaria tiene algo más en común que la similitud fonética. Psicológica y criminológicamente, comparten la misma estructura del comportamiento violento y solo se diferencian por la recompensa que se obtiene durante la consumación del acto: el sicario, un beneficio económico; quien ejerce la violencia vicaria, la saciedad de un instinto primario y básico de venganza (motivada a su vez por todos los resortes de la llamada psicología oscura o los instintos primarios del “buen salvaje” de Rousseau: odio, envidia, rabia, inquina, fobia, desprecio).
Si el sicario recibió su nombre por el término romano sica, que es una pequeña daga florentina fácil de esconder (cuya hoja metálica y afilada es bañada previamente en una pócima venenosa), el violentador vicario recibe su nombre por actuar contra personas a las que supone ser representación, extensión o proyección de alguien superior en autoridad y mando.
Y en el caso que nos ocupa, la motivación vicaria de los cuestionamientos a Andrés Manuel López Beltrán es dolosamente fallida por partida doble: en primer lugar, los supuestos descalabros por una “desairada” elección judicial y los presuntos “tropiezos” de MORENA en Durango y Veracruz no existen como tal.
Como lo ha destacado la Presidenta Claudia Sheinbaum, los más de 13 millones de ciudadanas y ciudadanos que eligieron a quienes integrarán el Poder Judicial federal son muchos más que las y los 128 senadores que tradicionalmente lo hacían o que los votos que obtuvieron por separado PRI y PAN en la pasada elección presidencial.
Y el supuesto descalabro de MORENA en Durango y Veracruz tampoco es tal. MORENA y sus aliados van a gobernar más municipios que antes de estos procesos electorales locales.
Entonces, ¿por qué esta andanada de ataques de la derecha contra Andrés Manuel López Beltrán? Por dos sencillas razones:
Primero, porque desde los tiempos bíblicos, una forma de atacar al padre es atacar al hijo.
Segundo, porque la derecha anti-4T, no anda buscando quién se la hizo, sino quién se la paga. Es decir, pretende responsabilizar a otros de las fallas y fracasos propios.
Lamentablemente, la aparición de esta derecha vicaria no es una buena noticia. No le sirve ni a la oposición ni a la ciudadanía.
La oposición constructiva que tanto necesita el país está lejos de configurarse, y ello no abona a la mejoría de nuestra vida pública, pero tampoco al avance de la democracia en México.
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