En las últimas décadas, se ha investigado la depresión con distintos enfoques. Las afectaciones que tiene en la población adolescente, adulta y adulta mayor, el daño que genera en el cerebro o si la microbiota puede influir en su aparición han sido el tema de múltiples estudios.
Sin embargo, quizá por la falsa creencia de que los pequeños no son tan conscientes de sus sentimientos, se ha dejado de lado a la población infantil.
Aunque no hay cifras oficiales, algunas investigaciones dan cuenta de la depresión en los infantes. Por ejemplo, la Clínica Universidad de Navarra reporta que uno de cada veinte niños sufre depresión antes de llegar a los 19 años y que de los niños afectados menos de la mitad recibe tratamiento. Datos como estos revelan que se trata de un problema latente.
Por su parte, la doctora Karla Suárez Rodríguez, de la Facultad de Psicología de la UNAM, recientemente realizó un trabajo enfocado en la depresión infantil. Con base en dicho estudio, compartió algunos consejos para que los padres prevengan esta condición en los pequeños o, en su caso, sepan cómo detectarla y abordarla.
De acuerdo con la especialista universitaria, la depresión en niños puede tener dos orígenes:
“Muchas veces no nos damos cuenta de que un pequeño sufre depresión porque la confundimos con problemas de ansiedad, de conducta o déficit de atención. Pero resulta que estos tres trastornos pueden ser síntomas de depresión infantil”, expresó Suárez Rodríguez.
La doctora agregó que la depresión infantil y la depresión en edades avanzadas comparten síntomas como la anhedonia (la pérdida de placer o interés en actividades que normalmente consideramos agradables), tristeza, culpa, baja autoestima, alteración de sueño (dormir menos o más de lo acostumbrado), problemas de apetito (comer menos o más), cansancio y falta de concentración.
No obstante, en los pequeños hay otras cosas a las que es necesario prestar atención. De acuerdo con la especialista, debemos fijarnos si el niño se aísla (no tiene amigos, no interactúa con nadie, se sienta con la maestra), si está irritable la mayoría del tiempo, si tiene mucho enojo o hace berrinche por cualquier cosa, si tiene un bajo rendimiento escolar o si presenta llanto excesivo.
“La mejor forma en que los padres pueden ayudar es estar al pendiente de su pequeño al menor síntoma, y, a partir de eso, estar en constante comunicación con él y darle tiempo de calidad para que vea que son un apoyo”.
Aunque los padres y los familiares son importantes para detectar los síntomas, Suárez Rodríguez advirtió que no pueden atribuirse la capacidad de dar un diagnóstico certero. Por ello, es necesario asistir con un profesional de la salud mental. Si el profesional diagnostica la depresión, se deben identificar las situaciones que influyen para que el menor presente este trastorno.
La experta universitaria indicó que la depresión infantil debe atenderse, y de manera oportuna. Que “de adulto se la va a quitar” es una creencia infundada, que puede dar pie a un efecto bola de nieve. No atender la depresión infantil puede tener distintas repercusiones negativas una vez que se alcanza la vida adulta. Entre estas destacan:
Con el fin de evitar la desinformación en torno a la depresión infantil, la doctora Suárez Rodríguez aclaró que las siguientes aseveraciones son falsas:
Suárez Rodríguez indicó que hay dos formas de tratar la depresión infantil. Una de ellas es el tratamiento psicológico, en sus diversas modalidades (método tradicional, por videollamada, terapia grupal). La otra es la medicación, que no es tan bien vista por parte de los padres debido a los mitos que se generan alrededor de los medicamentos, pero que realmente “no representa un peligro de que los hijos caigan en adicción o haya repercusiones en el organismo, ya que se van controlando la dosis”.
Fuente: UNAM / Foto: UNAM / JAC