El pasado 20 de enero se celebró el 100 aniversario del poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, fallecido un primero de marzo del 2020. Desde pequeño fue atraído por las letras y quiso buscar una forma de cambiar el mundo que hoy le recuerda a través de sus letras.
Su espíritu revolucionario lo llevó a que el papa Juan pablo II lo amonesta públicamente frente al gobierno de Nicaragua en el año 1983, en el aeropuerto de Managua, durante un clásico acto de bienvenida al pontífice por mezclar la religión con la revolución sandinista y fue indultado por el papa Francisco en 2019.
Hasta su muerte y pacíficamente, Cardenal se enfrentó con el presidente Daniel Ortega y su esposa y previamente, luchó contra la dictadura de Anastasio Somoza y su hijo.
Obtuvo el Premio Reina Sofía 2012 de Poesía Iberoamericana y en varias ocasiones estuvo nominado al Premio Nobel de Literatura.
La Universidad Veracruzana y la Fundación Mediterránea Mare Terra crearon en el 2013, el Premio Hispanoamericano de Poesía Ernesto Cardenal, en su honor.
Visitó Xalapa, en donde recibió un Doctorado Honoris Causa y leyó su poesía en el aula del área de Humanidades de la Universidad Veracruzana, por lo que su legado sigue vivo en Veracruz.
Dos de sus poemas:
Al perderte yo a ti
Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido:
yo, porque tú eras lo que yo más amaba
y tú, porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos, tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti,
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
Como latas de cerveza vacías
Como latas de cerveza vacías y colillas
de cigarrillos apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televisión
y desaparecen, así ha pasado mi vida.
Como automóviles que pasaban rápidos por las carreteras
con risas de muchachas y músicas de radios...
Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos
y las canciones de los radios que pasaron de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,
más que latas vacías y colillas apagadas,
risas en fotos marchitas, boletos rotos,
y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.