Opinión

Autoritarismo contagioso

Por Soraya Pérez Munguía

La comunidad internacional fue tibia. No ayudó a Edmundo Gonzáles para que pudiera pisar suelo venezolano


El pasado viernes presenciamos anonadados lo que será un hito mundial para la democracia: la juramentación ilegítima de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela. No es legal pues el órgano electoral está controlado por el régimen chavista, y jamás mostró las actas que acreditaron su triunfo.

Antes de esa fecha, cientos de mexicanos de influencia, una servidora también se sumó al llamado, firmamos un mensaje a la presidenta de México, Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, al secretario de Relaciones Exteriores, Dr. Juan Ramón De La Fuente, y en general a la comunidad internacional, para que no mandaran representantes a la toma de protesta de un gobierno surgido de un fraude electoral; además alertamos a nuestras autoridades mexicanas que apoyar a Maduro  con presencia diplomática representaba un grave retroceso para la región y un peligroso precedente global.

A esta publicación, se sumó la de decenas de excancilleres y ministros de ocho países de la región que rechazaron esta investidura unilateral y arbitraria, detallaron que pese a los obstáculos que se les impusieron a María Corina Machado y al candidato Edmundo González, éstos pudieron participar en el proceso electoral y obtuvieron un triunfo contundente según las copias de las actas de mesa acreditadas por el Centro Carter. Esta institución de destacada trayectoria en materia de monitoreo electoral fue nombrada observadora oficial durante los comicios en Venezuela, y pudo corroborar el fraude para hacerlo público al mundo entero.

Pero de nada sirvió, el embajador de México estuvo presente, en una toma de protesta donde no se permitieron medios de comunicación, con muy poca gente, en una pequeña sala alterna de la Asamblea General, y con tan sólo la presencia de unos pocos mandatarios y con sólo representantes de gobiernos autoritarios como Cuba, Nicaragua, Rusia, Bolivia y Honduras.

Hay que decirlo, la comunidad internacional fue tibia. No ayudó a Edmundo Gonzáles para que pudiera pisar suelo venezolano y así proceder a la anhelada transición democrática de manera pacífica. Se espantaron con las amenazas de Maduro, quien suspendió todos los vuelos de Colombia, bloqueó el internet, cerró el espacio aéreo, desplegó un comando para cerrar la frontera con Colombia y Brasil; y además, desplegó artillería antiaérea rusa, lista para atacar. 

¿Cómo es posible que un pequeño país haya logrado aterrorizar al parlamento europeo o a los Estados Unidos? ¿A poco este dictador que tiene una crisis humanitaria sin precedentes en Venezuela es más fuerte que las potencias democráticas del mundo? ¿De qué sirve que la ONU confirme una veintena de detenciones ilegales si no hace un llamado contundente al desconocimiento de un gobierno ilegal? 

Biden anunció una recompensa de 35 millones de dólares para Maduro, equivalente a la que en su momento le puso al líder terrorista Bin Laden, también para su segundo y para el ministro de defensa; pero esto parece más una salida política que una acción concreta, pues en paralelo mandó un equipo a negociar el bloqueo económico, ¿qué clase de señal es ésta?

Estamos ante la presencia de un régimen fascista, dictatorial, antidemocrático, militarizado y totalitario. El término totalitario proviene del fascismo italiano, es decir de Mussolini, el primer gobernante que definió este modelo político en su frase tan conocida “todo dentro del estado, nada fuera del estado, nada contra el estado”. En otras palabras, un estado omnipotente que todo lo puede y todo lo hace; que conocido y cercano parece este pensamiento.

Amigos, el autoritarismo es contagioso, y México está demasiado cerca de Venezuela.

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