Enrique Krauze encontró en el archivo de Manuel Gómez Morin una carta de incontestable relevancia. Con fecha 3 de noviembre de 1928, el fundador del PAN le envía a José Vasconcelos una propuesta para crear una organización que ofreciera a los ciudadanos una opción digna de participación política. Señalaba el riesgo de que el movimiento político encabezado por el connotado filósofo y educador se diluyera, como finalmente aconteció.
El autor de Caudillos culturales de la Revolución Mexicana, texto vigente como nunca, comentó a don Jesús Reyes Heroles, presidente del PRI (1972), el contenido de la misiva. Hizo un comentario memorable en el sentido de qué habría sido de México si desde 1929 se hubiera creado un partido de los militares de la Revolución y otro civil.
El PRI surgió desde el poder. El PAN, su contraparte ciudadana, nació diez años después. Era la continuidad de muchas vertientes ideológicas y eventos relevantes desde la revolución maderista. Destaca uno, la defensa de la autonomía de la Universidad Nacional y la libertad de cátedra. No es fortuito que el acta constitutiva la firmaran cuatro exrectores: Ezequiel Chávez, Fernando Ocaranza, Valentín Gama y, desde luego, Gómez Morin.
Su propuesta y la conformación de sus documentos fundamentales aglutinan el pensamiento, principalmente, de siete pensadores: Gómez Morin, estudioso del derecho público, partidario y promotor de las instituciones de la Ilustración; Efraín González Luna, filósofo del humanismo político y de la doctrina social cristiana; Rafael Preciado Hernández, neotomista y defensor del iusnaturalismo; Manuel Herrera y Lasso, constitucionalista. Posteriormente hicieron sustanciales contribuciones Adolfo Christlieb Ibarrola (que detonó una vocación de poder, decantando los deberes de la oposición); Efraín González Morfín incorporó el solidarismo, siendo precursor de lo que después se denominó la tercera vía, y Carlos Castillo Peraza, que le dio a todo ese acervo cultural una clara definición para sustentar la transición del sistema político autoritario a uno democrático, como corresponde al texto de nuestra Carta Magna, como una república representativa con un sólido Estado de derecho y una economía de mercado.
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En pocas palabras, un pensamiento que tiene en el núcleo de sus reflexiones a la persona. Se insistió siempre en los motivos espirituales y en ser un partido con alma.
Al arribar al poder, como ha sucedido en todas las naciones, vino una gran responsabilidad: actuar conforme esos principios. Muchos lamentaban haber realizado la monumental hazaña. Veían a la institución como muro de contención y voz crítica, pero no apta para acciones de gobierno. Advertían del riesgo del contagio.
En el balance, el PAN es el único partido con una identidad clara, con todo y sus evidentes alejamientos de sus ideales. A mi juicio, su desempeño en los tres órdenes de gobierno tiene saldos positivos. El gobierno de Vicente Fox, a pesar de los señalamientos de sus críticos, tiene los mejores resultados de las cuatro administraciones de este siglo.
Hizo un planteamiento claro: el Poder Ejecutivo propone, el Poder Legislativo dispone. Tuvo el más escaso grupo parlamentario afín a su partido y el PRI y el PRD decidieron obstruir los cambios necesarios. Perdimos una vez más la oportunidad de consolidar las instituciones. De la segunda gestión panista, no tiene caso un mayor análisis. Atropelló a sus correligionarios y, con las consabidas traiciones, entregó el poder a lo peor del viejo régimen.
Ahora, el llamado partido conservador enfrenta una situación similar en la que sucumbió su histórico adversario. Enfrentar un grupo facineroso, descalificado ética e intelectualmente, que pretende prolongar su pésimo desempeño. Lo definió el ya citado Krauze: un PAN indigno de Manuel Gómez Morin, de su tradición venerable.
El 10 de noviembre decidirá su futuro.