Opinión

Jesús, mediador y plenitud de la revelación

Por José Manuel Suazo Reyes

En este pasaje Jesús nos revela cómo debe interpretarse y actualizarse la Torah judía.


El evangelio que escucharemos este domingo (Mt 5, 17-37) es una continuación de la lectura del sermón de la montaña. En estos versos se pone de manifiesto el vínculo existente entre las enseñanzas de Jesús y la ley del Antiguo Testamento, así como la relación que existe entre el evangelio y las normas éticas. En este pasaje Jesús nos revela cómo debe interpretarse y actualizarse la Torah judía.

En este texto de San Mateo, Jesús viene presentado con la autoridad del legislador supremo. Como hizo Moisés en el Antiguo Testamento, Jesús sube también a la montaña y desde ahí retoma las enseñanzas de la ley y las interpreta; esa será la guía para el nuevo pueblo de Dios. Jesús se nos revela como un nuevo legislador que interpreta y actualiza la voluntad de Dios expresada en los mandamientos.

Jesús declara que él no ha venido a abolir la ley de Moisés ni los profetas, sino a darles cumplimiento. Con esa afirmación él se coloca por una parte en una línea de continuidad con la historia de la salvación expresada por Dios en el pasado; reconoce además, el valor que tienen la ley y los profetas; la ley y los profetas mantienen su valor de revelación divina; por otra parte, con esta afirmación él da a entender que no es un simple repetidor del Antiguo Testamento como hacían los escribas y los fariseos, sino que él ha venido para completarlo, perfeccionarlo y llevarlo a su cumplimiento.

Por todo esto, Jesús no es sólo un mediador como lo fue Moisés o un mensajero como alguno de los profetas, sino que él es la plenitud de la revelación que Dios fue manifestando a través del tiempo. Todo el Antiguo Testamento es preparación, promesa y espera de la novedad absoluta que llega con la venida de Jesús, el Hijo de Dios, la Palabra misma del Padre. Con Jesús, las promesas hechas por Dios a su pueblo alcanzan la plenitud.

Refiriéndose a casos concretos de la ley, como el NO MATAR, NO COMETER ADULTERIO Y NO JURAR EL NOMBRE DE DIOS EN VANO, Jesús comienza a proponer una justicia superior a la de los escribas y fariseos. Esta justicia superior consiste en la observancia sincera y perfecta de la voluntad de Dios expresada en los mandamientos, por ello Jesús profundiza el sentido que tienen.

No basta no matar físicamente, también se puede matar moralmente y por eso se condenan además todo tipo de resentimientos, rencores y ofensas que producen injuria a los hermanos. Sobre el adulterio Jesús condena también todo tipo de deseo pecaminoso que se gesta en el corazón. Se puede adulterar con el corazón, de hecho ahí nacen muchas cosas que después se traducen en acciones.

En el caso del divorcio, a diferencia de la ley de Moisés que permitía en algunos casos que un varón repudiara a su mujer, Jesús afirma la indisolubilidad del Matrimonio. En el corazón de Dios no existe el divorcio. El matrimonio es para siempre.

Por último la antítesis del falso juramento. La enseñanza de Jesús es categórica. NO HAY QUE JURAR DE NINGÚN MODO. Digan sí cuando sea sí, y digan no cuando sea no. Lo que se diga de más viene del maligno.

Jesús está proponiendo a través de estas enseñanzas una nueva justicia basada en el amor y en la verdad; quien desea seguirlo debe superar el legalismo y aprender a vivir de una forma coherente. Es eso lo que le agrada a Dios nuestro Señor.

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