Opinión

La pensión alimenticia de Inti

Por Claudia Viveros Lorenzo

En cada ruptura conyugal, hay un grupo que nunca eligió estar en medio y que siempre paga las consecuencias: los hijos


En cada ruptura conyugal, hay un grupo que nunca eligió estar en medio y que siempre paga las consecuencias: los hijos. La pensión alimenticia no es un favor, no es un castigo ni mucho menos un chantaje. Es un derecho. Un derecho fundamental que debería estar más allá de las disputas legales y emocionales de los adultos, pero que, una y otra vez, se convierte en un campo de batalla donde lo que menos importa es la infancia.

El reciente caso de Cazzu y Christian Nodal ha expuesto de nuevo la crudeza de este tema. Mientras las portadas de espectáculos se concentran en sus carreras musicales o en los rumores de nuevas parejas, el trasfondo es otro: la pequeña Inti, hija de ambos, y el debate sobre la pensión de alimentos. No se trata de millones para lujos o excentricidades, sino de garantizar que esa niña tenga acceso a lo que merece por derecho: bienestar, estabilidad y continuidad en sus condiciones de vida. Inti es una niña hija de cantantes que general miles de cientos de dolares mensuales. Su madre se ha quedado al pie del cañon con ella 24/7 y su papá se ha dedicado a fluir con la vida en jet privado con una nueva esposa, el último año, dandole a Inti solo dos visitas.

Y aquí está la gran contradicción social. Muchos hombres insisten en la narrativa del “50/50” como si la maternidad fuera un trabajo de medio tiempo. Como si las madrugadas en vela, las enfermedades, la crianza cotidiana, los sacrificios laborales y emocionales de las mujeres pudieran dividirse en partes iguales con quien, en la práctica, suele estar ausente. Porque la verdad incómoda es esta: en la mayoría de los casos, son las madres quienes asumen el cuidado a tiempo completo, mientras los padres reducen la responsabilidad a un depósito mensual —y muchas veces, ni eso cumplen.

El problema no es solo legal, es cultural. Hemos normalizado la idea de que la manutención es un lujo que depende de la “buena voluntad” del padre, cuando en realidad es una obligación inquebrantable. Lo vemos en miles de mujeres en México que deben demandar, litigar y hasta perseguir a sus exparejas para que asuman lo mínimo: alimentar a sus hijos. Y mientras tanto, los menores crecen con la sensación de que su bienestar es negociable.

La pensión no es venganza, es justicia. Negarse a cumplir con ella no significa castigar a una expareja, significa condenar a un hijo a la carencia. Y lo más grave: convertir la irresponsabilidad en una herencia emocional que marcará a la siguiente generación.

El debate no es sobre dinero, es sobre coherencia. Un padre presente lo demuestra con hechos, no con canciones, discursos o fotos para redes sociales. La verdadera paternidad no es una pose: es estar ahí, es sostener, es hacerse cargo.

Es momento de que como sociedad dejemos de romantizar al padre ausente y empecemos a exigirle que cumpla. Porque la pensión no es un lujo, no es un premio, no es una dádiva: es el derecho de cada niño a crecer con lo mínimo indispensable para vivir en dignidad.

La paternidad no se mide en visitas esporádicas ni en regalos de ocasión, sino en la capacidad de responder al futuro que tú mismo trajiste al mundo.

El caso de Cazzu y Nodal es solo la cara mediática de una tragedia común: padres que buscan escurrir responsabilidades bajo el discurso de equidad, cuando la equidad real exigiría también compartir la carga invisible de la crianza, esa que no aparece en recibos, pero que consume vidas enteras. Aquí si me detendo a debatir sobre el discurso de Cazzu, que me parece una mujer súper respetable e inteligente y que entiendo esta muy exsausta (por la exposición mediática, que no debe ser nada fácil) y que ha dicho que no quiere pelear por una mejora de la cantidad que determinó Nodal de forma mensual para la niña en un sistema de justicia pratiarcal, porque ella tiene lo suficiente para mantener a su hija. En muchos niveles se escucha la misma posición en múltiples mujeres, a las que el propio patriarcado les susurra al oído que se vulven más “respetables” más “dignas” más “madres” si no exigen, y condenan a las que sí de ambiciosas, ante los “pobrecitos” padres a los que se les embarga el sueldo. NO, no podemos seguir en esa posición, negarse a la posibilidad de exigir una pensión es restarle responsabilidad al hombre. Sí así, intenta escapar a toda costa y ejerce violencia económica, pues dejandolo al aire, lo convertimos en un malhechor familiar que anda por la vida haciendose el loco sin acordarse de que tiene hijos. Y ya sé que por tocar este tema, muchos me mandarán comentarios atacandome y opinando en contra. Pero es la realidad. La mujeres no nos hacemos los hijos solas. Basta ya de pensar de culpar a la mujer “por dejarse embarazar” No señores. Un hijo es concebido por dos personas y por lo tanto las dos se deben hacer responsables y antes de realizar un acto sexual, los dos deberían entender que concebir les cambiará la vida para siempre. Tener un hijo no es solo “cosa de mujeres”.Criarlo tampoco. Creer que la pensión alimenticia es para que la mamás se compren caprichos es completamente cavernícola, pues esta, muy rara vez, cubriría los gastos de una enfermera, un chofer, una nana, una cocinera, una maestra asistente para hacer tareas, una persona que haga el aseo, etc, y además cubra alimentos, ropa, diversión, techo, agua, luz, gas, entretenimiento, escuela, etc. Señores padres ausentes, si lo analizamos minuciosamente, no acabarían de cubrir en muchos casos todos los gastos jamás.

Defender la pensión de alimentos es defender la infancia. No se trata de hombres contra mujeres, sino de adultos responsables frente a la vulnerabilidad de los niños. Ojalá lo entendiéramos de una vez: cuando un hombre pelea por no pagar lo que corresponde, no se enfrenta a su expareja, se enfrenta al futuro de su propio hijo.