También conocidas en redes sociales como trad wives (sobre todo con un latente boom en TikTok). Han saltado al barco de la viralización una comunidad de influencers que están reivindicando la estética y los valores de los años 50s en Estados Unidos, con una pronunciada posición antifeminista. Las llamadas?trad wives?–organizadas bajo este nombre particular– constituyen un movimiento nacido en internet, en principio minoritario, pero que ha ido ganando popularidad e influencia en el discurso público de Estados Unidos y Europa durante los últimos años. El perfil de una?trad wife, a grandes rasgos, es el de un ama de casa que prefiere servir a su marido y tener hijos e hijas en lugar de trabajar fuera del hogar. Mujeres cristianas que se oponen al feminismo, creen en el determinismo biológico que divide la función de hombres y mujeres en la sociedad y proclaman que las familias merecen reconocimiento social. Estas mujeres, al igual que los activistas por los derechos de los hombres, perciben los roles de género como el resultado de la economía del sexo. La comunidad heterosexual, creen, debería percibirse como un mercado en el que las mujeres venden sexo y los hombres lo compran. En consecuencia, para estos grupos el recurso más importante de una mujer es su valor en el mercado sexual. ¿Se acuerda que hace unas semanas pasada le hablé de cosificación normalizada? Bueno pues esto ultimo se reduce al famoso argumento de: venderse al mejor postor, al mejor proveedor. La idea que se forma en las niñas, del príncipe azul, que para ser valioso, debe proveer, pagar, mantener al 100% a su damisela, porque eso es lo que ella se merece, ASI marca la sociedad, para que tu, mujer no parezcas una tonta que “regalas” tu producto, o sea, tu cuerpo. Conozco mujeres que se sientes victoriosas por haber obtenido un regalo caro o una buena retribución monetaria de sus parejas, como si su vagina fuera de oro, o por lo menos ellas creen eso. Y no se dan cuenta que autocosifican, ensombradas por un discurso maquiavélico que ellas mismas propagan. Podría parecer una posición fácil y poco costosa, ofertarte al mejor postor. Pero aquellas que aspiran a pertenecer a este grupo de esposas tradicionales pagan a un precio bastante alto, eso de vivir la vida “establecida”. Y el precio no se cubre con dinero, no, se paga haciendo renuncias y sacrificios. Pagas con el abandono a tus derechos humanos, a tus ideales, a tu libertad, a tus principios. Se paga con tu cuerpo, con tu energía, con tus servicios sexuales y reproductivos. Y entonces el coste psicológico es alto. No hay ningún tipo de autonomía, por más que te quieran maquillar la cosa. Y eso le conviene bastante al poder patriarcal. Si tienen un poco de curiosidad y rascan en las historias de antaño, en esos matrimonios “perfectos y duraderos” casi en todos (en su mayoría) hay terribles historias de traición, violencia física, violencia verbal, infidelidad, etc. Y nuestras madres y abuelas aguantaron, porque eso se les enseñó, y porque eso era ser una mujer completa e “inteligente”. Porque se les hacía creer que su inteligencia constaba de cuanto podría a pesar de TODO, retener a su lado al marido para que las siguiera manteniendo, costará lo que costará, así fuera su integridad, su paz mental o emocional. Muchas incluso, dicen que dominaron sus sentimientos y emociones y salieron adelante. No se expongan a ese cuento, la realidad es que están profundamente dañadas y que han dañado a muchas generaciones a las que dieron a luz. La capacidad de la mujer de poder elegir, si quedarse en casa, trabajando o criando a sus hijos o ambas cosas a la vez, es lo que marca este nuevo siglo. No hay que olvidar la lucha de muchas, para lograr los avances que hemos tenido en la lucha de género.